La decisión de los cuatro partidos independentistas con representación en el Congreso de los Diputados —Esquerra Republicana, Junts, PDeCAT y la CUP— de presentar en las Cortes, avalados por la sociedad civil, una ley de Amnistía y Resolución del Conflicto Político entre Catalunya y el Estado Español es una decisión acertada aunque el final esté de sobras escrito y sea rechazada. Hay derrotas que sirven de denuncia del enquistamiento político que se está produciendo y este será un caso palmario de esta situación. A nadie le gusta perder una votación, y menos todavía un caso como el de la amnistía de los presos políticos y exiliados, que tiene un amplio consenso político y social en Catalunya. Pero la oposición en el Congreso de los partidos del régimen del 78 —las diferentes derechas y el PSOE— pone de relieve que no hay voluntad alguna por parte del ejecutivo español de destensar la represión actual.

El régimen del 78 está en la UCI, pero los resortes del deep state hacen inviable cualquier mínimo avance en la resolución del conflicto catalán que no sea a partir de soluciones individuales y que también descarte un resultado global. De ahí la dificultad y el interés del unionismo por dividir al independentismo y presentarlo como un enjambre de peleas y discusiones permanentes. He defendido siempre, y la ley de Amnistía es un ejemplo evidente, que a Madrid se tiene que ir unido en las cuestiones importantes. No porque te hagan caso, que no te lo hacen, sino para que te miren con respeto. La unidad independentista en el Congreso con esta proposición de ley no es la suma de cuatro partidos catalanes, es la mayoría absoluta del Parlament de Catalunya. Y esa es la fuerza que más temen en Madrid y por eso siempre hay vectores —ya pasaba en la época que el pujolismo era hegemónico— que trabajan por su división.

El Partido Nacionalista Vasco, Bildu y Compromís ya han dado su apoyo. Podemos y los comunes no han anunciado su voto afirmativo pero descartan posicionarse en contra. Deberían estar en el sí sin excusas de letra pequeña o de los intereses tácticos del momento. Hay una masa crítica por la amnistia que no es mayoritaria políticamente hablando pero que es relevante. También es bueno que se visualice que en esta cuestión el PSOE no tiene inconveniente en votar junto a PP, Vox y Ciudadanos. Como también hacen lo mismo con el rechazo a la creación de una comisión de investigación parlamentaria sobre las irregularidades de Juan Carlos I, el monarca emérito fugado a los Emiratos Árabes Unidos y del que solo tenemos noticias por sus regularizaciones fiscales para saldar algunas de sus deudas con Hacienda o por la actuación de la justicia extranjera.

Hace unos meses, un alto cargo diplomático de un país de la Unión Europea visitaba Barcelona con la idea de averiguar cómo podía haberse llegado a un desencuentro tan profundo entre el Gobierno español y el catalán. Después de cuatro días en Barcelona y de una inmersión catalana, su análisis era de una lucidez impresionante. "No entiendo cómo Madrid no se da cuenta —me dijo—. Catalunya no va a volver a la situación autonómica anterior". "Pero España tampoco se va a mover y ustedes deberán decidir, por este orden, qué quieren hacer y si quieren hacer algo, cuándo lo quieren hacer y cómo lo quieren hacer".