Es todo un espectáculo ver en el Congreso de los Diputados como se sacan literalmente el hígado Mariano Rajoy y Albert Rivera. La derecha española a degüello por capitalizar la represión del Estado en Catalunya. Sin reparo alguno. Y sin vergüenza alguna. Nueve dirigentes políticos y sociales catalanes en prisión provisional, algunos desde hace ya más de 200 días, y otros siete en el exilio entre Alemania, Bélgica, Escocia y Suiza. La autonomía secuestrada por el gobierno español y la represión campando a sus anchas con acusaciones un día contra los profesores de las escuelas catalanas, otro contra los medios públicos de la Generalitat y, por en medio, amenazas y advertencias políticas y judiciales mientras se sigue ampliando la lista de personas investigadas por el juzgado 13 de Barcelona.

Y en eso, sube Rivera al estrado de la carrera de San Jerónimo y se planta. "Usted es un blandengue", viene a decirle el líder naranja al presidente del gobierno y le amenaza con dejar de apoyar el 155 y que Ciudadanos se desmarque. Por suerte, no hay ningún artículo en la Constitución en época de paz que permita un mayor grado de represión de Catalunya, sino habría que echarse a temblar. Es posible que a Ciudadanos no le haya gustado la reciente encuesta del CIS que aún situaba al PP en cabeza de los partidos constitucionalistas en intención de voto y haya decidido introducir una marcha más. Ponerse al frente del A por ellos, el estandarte españolista para reprimir el independentismo.

No deja de ser curioso que en Madrid la batalla no se dispute entre quien está dispuesto a fomentar la negociación y el diálogo sino justo todo lo contrario. Ni el PSOE se atreve a ello, engullido en el único discurso político que se escucha más allá del Ebro. Por eso, mientras Rivera atacaba a Rajoy, el presidente del gobierno, entre sorprendido e irritado, le pidió que tuviera la misma lealtad que los socialistas en un tema tan importante. Un ligero temblor de tierras se produce en el socialismo catalán cada vez que la derecha le da el abrazo del oso ya que les gustaría pasar más desapercibidos y como si la cosa no fuera con ellos. El president Montilla ya dijo el otro día en TV3 que él se había ausentado del Senado cuando se votó el 155. Cierto, aunque con el tiempo, aquella escena se ha borrado para visualizarse un trio unido entre PP-PSOE y Cs.

Y mientras en Madrid sucedían estas escenas, el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, en una intervención en el Parlamento de Flandes, instaba al diálogo entre España y Catalunya. Es muy poco, pero viniendo del luxemburgués, intransigente como pocos, es toda una novedad. A lo mejor le llegan tambores de como se está viviendo en Alemania y Bélgica todo el tema de las euroórdenes y el malestar con la justicia española. Y es que a Merkel los problemas y las mentiras también le gustan poco.