Lo que debía ser una plácida jornada en el Fòrum de disolución de Convergència Democràtica y de refundación de la formación independentista en una nueva fuerza política se convirtió en unas pocas horas en un pequeño incendio al oponerse una parte de la nueva organización a la propuesta estrella de la jornada: la elección del nombre del nuevo partido. Más allá de los dos nombres que se debatían -Més Catalunya y Catalans Convergents- quizás demasiado asépticos y originales para algo que debía ser menos rebuscado e inteligible, el nombre ha sido también una excusa para hacer evidente un cierto malestar en la organización y que responde a más de un motivo.

En primer lugar, parece más que evidente que ha sido un error cómo se ha trabajado, debatido y aprobado el nombre del partido. Una cosa tan seria y que pretende ser a partir de ahora la nueva seña reputacional ni pueden discutirla cuatro, ni puede no ser testada en el seno de la organización, ni puede darse media hora a los delegados entre que la conocen y la votan. Recuerda mucho al proceso de selección de aquel nefasto cartel electoral de Artur Mas en la campaña de 2012 que fue rápidamente comparado con un Moisés en pos de la tierra prometida y que antes de salir a la luz pública casi nadie había visto. La crítica que recibió fue alta.

Pero, en el fondo, lo que también había en la jornada de este viernes era unas ciertas ganas de enmendar una propuesta importante de la dirección y así hacer aflorar un malestar evidente por lo que muchos sectores entienden que es un congreso demasiado dirigido a unos determinados resultados. Nadie discute el liderazgo de Artur Mas y también pocos la idoneidad de Neus Munté para hacer lo que se ha dado en denominar tiquet presidencial. Pero muchos sectores están a favor de un régimen de incompatibilidades más estricto entre partido y gobierno y de un menor intervencionismo del resto de la cúpula en la elección de otros órganos de dirección. En síntesis, que las formas sean radicalmente nuevas y que la renovación sea la que quieran los militantes, sin ungidos desde arriba.

El hecho de que el congreso aplazara la elección del nombre es importante pero no es decisivo. La clave va a estar en cómo se canaliza una efervescencia organizativa a la que la vieja Convergència no estaba acostumbrada y la nueva no sabe cómo afrontarla.