Como si se tratara de un reloj suizo de precisión, la justicia española siempre acude rauda y veloz a recordarnos que la represión al independentismo catalán ni muchos menos se ha acabado y que piensa aplicar la misma plantilla en todas las causas que tiene abiertas y que esto va a durar aún muchos años. Hoy le ha tocado el turno al Tribunal Superior de Justícia de Catalunya, que ha anunciado que envia a juicio a buena parte de la Mesa del Parlament de la anterior legislatura por permitir que en la cámara legislativa catalana se debatiera el derecho a la autodeterminación de Catalunya y se reprobara al rey Felipe VI tras la sentencia del Tribunal Supremo a los presos políticos catalanes. Así, los que entonces lideraban la mayoría independentista en la Mesa, Roger Torrent (presidente), Josep Costa (vicepresidente) y Eusebi Campdepadrós y Adriana Delgado (vocales) deberán responder a una petición de la Fiscalía de inhabilitación de 20 meses para los tres primeros y de 16 para la exdiputada Delgado, que tan solo participó en una de las dos votaciones.

Como que ya hay el precedente de la Mesa del Parlament que rigió los destinos de la cámara entre 2016 y 2017 y que acabó con una condena de inhabilitación similar a las penas que ahora se piden ―con excepción de la presidenta Carme Forcadell, que fue condenada a 11 años y medio por sedición― el guión del desenlace del juicio parece estar escrito, una vez más, con antelación. La maquinaria judicial es implacable y demuestra que para ellos no hay receso que valga en la confrontación entre el estado español y Catalunya. Se toman su tiempo, pero hacen evidente que de la situación actual solo se podrá salir con una ley de amnistía ya que los 3.000 represaliados que guardan turno irán corriendo, más pronto o más tarde, la misma suerte.

Poner en primera línea del embate democrático la amnistía ―sin renunciar a la autodeterminación― es una buena prueba de fuego para revertir la idea que uno se encuentra permanentemente en muchas embajadas radicadas en Madrid, en las que uno no se cansa de escuchar: "Bueno, Sánchez está dando una oportunidad al diálogo y ha rebajado la tensión con Catalunya". Es hasta cansino revertir esta idea, ya que el presidente del gobierno español ha instalado este frame con la total aquiescencia de medios de comunicación y el establishment. Ya les parece bien y si algunas energías han de quemar, serán siempre para blindar al Rey con documentos vergonzosos como la carta de su padre comunicándole que mantendrá su residencia en Abu Dabi aunque visitará Madrid puntualmente. Para los futboleros, el símil correcto de Sánchez y el diálogo sería el del legendario entrenador de fútbol Helenio Herrera, el Mago, que en 1959 acuñó la expresión "ganar sin bajar del autocar".

La decisión de sentar en el banquillo a cuatro integrantes de la Mesa del Parlament de la anterior legislatura, empezando por su presidente, no deja de ser la otra cara de la moneda del archivo que ha realizado la Fiscalía Anticorrupción de los delitos de Juan Carlos I. Que todo lo que se nos explica en la resolución de la Fiscalía acabe por uno u otro motivo en nada no hace sino reafirmar que no todos los ciudadanos son iguales ante la ley. Ni mucho menos: unos van por una alfombra roja y los otros por un camino de espinas. Pero no solo eso, por si no había suficiente vergüenza contenida en la carta del emérito, ahora se nos ha explicado ―y solo han pasado 48 horas desde que se hizo pública― que fue pactada entre la Zazruela y la Moncloa y que el rey exiliado solo tuvo que firmarla. Mientras tanto, Sánchez dice que las explicaciones del emérito son insuficientes. Claro que lo son. ¿Pero tú qué has hecho, presidente?