El nuevo equipo del PP de Pablo Casado dice que quiere hacer un seguimiento de lo que dicen los profesores en las aulas catalanas. Se podrían hacer muchas bromas sobre Casado y las aulas ya que su expediente falsificado, su máster obtenido irregularmente, da de sobras para ello. Pero no es necesario, igual la justicia acaba dándole el golpe que le aparte de la política antes incluso de lo que él mismo se imagina. Las apuestas a que no llegará como candidato a la Moncloa están abiertas y no van precisamente a su favor.

Mientras tanto, ciñámonos a su discurso contra la escuela catalana. Casado milita en esta cuestión y en tantas otras muy cerca de los neofalangistas de Ciudadanos. Contra la lengua, contra la escuela, contra la identidad. La supuesta piedra filosofal que debería dar un vuelco al país real, aquel que no reconocen como tal fundamentalmente porque no lo conocen. A la Catalunya que demuestra una capacidad de resiliencia a la adversidad encomiable. Y uno se imagina una legión de censores, como en los años de la dictadura, vigilando que no haya ninguna desviación de la doctrina que llega de Madrid y que inspiró el excelso exministro de Educación José Ignacio Wert aquel que quería españolizar los niños catalanes cuando mandaba y que acabó dando titulares del despilfarro de su retiro en la embajada de España ante la OCDE.

Casado como Rivera carecen de discurso. Si no van contra Catalunya no les queda nada. Casado&Rivera pueden acabar sufriendo un empacho de precampaña. Básicamente porque la escuela catalana no se toca, como repiten sus docentes. En este jardín ya se han metido otros antes y han fracasado estrepitosamente. Y si no, al tiempo. Porque una cosa es predicar y otra dar trigo.