Pedro Sánchez acude este lunes a la sesión de investidura con prácticamente todos los números para superar el martes o sino el jueves la prueba del Congreso de los Diputados. El acuerdo con Podemos  —programa y nombres en el Consejo de Ministros— avanza desde las enormes diferencias y ninguna de las dos formaciones políticas habla, por ahora, de escollos insalvables. Seguirán hablando hasta que el jueves, en segunda votación, no se desvelará del todo el enigma de los últimos meses y quedarán descartadas las elecciones del 10 de noviembre, una fecha marcada de rojo hasta que Pablo Iglesias dio un paso al lado a cambio de coger por el cuello a Pedro Sánchez y dejarle aparentemente sin margen de maniobra para aceptar un gobierno de coalición con un tercio de ministros morados.

La negociación del acuerdo entre PSOE y Podemos y el hecho de que no se haya cerrado ha permitido al independentismo salvar el fin de semana y apurar el anuncio de su voto. Pero esas horas preciosas se están acabando y desaparecerán del todo cuando se formalice el pacto de las izquierdas españolas. Las palabras de Pedro Sánchez pidiendo un gobierno que no dependa de los independentistas no van a ser posibles porque ninguna fuerza de las derechas españolas le va a facilitar diputados y Esquerra Republicana o bien Junts per Catalunya, o quién sabe si las dos, tendrán, al menos, que abstenerse en segunda votación.

Las dos formaciones están a menos de las 48 horas de la primera votación incómodas, preocupadas por el impacto emocional en sus bases de su decisión y un punto desanimadas por el menosprecio público de los dirigentes socialistas que lejos de hacer gestos para recibir un voto favorable exhiben públicamente frialdad y distancia. Pero también están lejos de unas nuevas elecciones españolas, entre otras cosas, por su convencimiento en que la inestabilidad en la política española sino viene de unas nuevas elecciones vendrá de un gobierno con abismales diferencias en política económica pero también a la hora de afrontar el tema catalán.

Esta es la madre de los conflictos que vendrán y debería ser motivo suficiente para la abstención, señalan de una manera amplia en Esquerra pero también es la opinión, por ejemplo, de los que impulsaron o facilitaron el pacto de la Diputación de Barcelona entre Junts per Catalunya y PSC. En definitiva, Esquerra, que tiene quince diputados y es el sexto grupo de la Cámara, está por el no bloqueo. Muchas cosas tendrían que cambiar para que se moviera de esta posición que es suficiente para que Sánchez saque adelante la investidura. En la formación de Puigdemont las opiniones son más corales, sobre todo por la defensa del 'no' del sector más cercano a Quim Torra. El problema es que un 'no' a Pedro Sánchez podría acabar en una escisión... pero quién sabe si un sí, también.