Durante toda la jornada de este martes sobrevoló en los diferentes escritos enviados desde la prisión de Lledoners por Jordi Sànchez y Jordi Cuixart la necesidad de recoser la desunión existente entre las fuerzas independentistas. La crisis de convivencia y también el rencor y la agresividad que se ha abierto paso en los últimos meses. La ruptura política y también personal. Estratégica, por descontado. Pero no fue hasta la noche en el acto central de la plaça Catalunya de Barcelona, con miles de personas, que la exigencia a los partidos de superar la división y volver a la unidad se hizo más evidente. Con mensajes directos de los dos líderes sociales en la cárcel desde hace un año por una decisión claramente injusta del Tribunal Supremo. Fue con las intervenciones de los portavoces de la ANC, la presidenta Elisenda Paluzie, y el vicepresidente de Òmnium, Marcel Mauri. Pero también con gritos de "unidad, unidad" de los asistentes.

Las concentraciones en muchas ciudades y pueblos de Catalunya y ante las prisiones de Lledoners, Puig de les Basses y El Catllar donde están encarcelados los nueve presos políticos, pusieron de manifiesto una vez más la resistencia de una ciudadanía que no acepta la injusticia, la represión y la pérdida de derechos. Que se siente solidaria con sus representantes sociales y políticos en prisión o en el exilio por llevar adelante sus compromisos electorales. Los partidos estarán divididos pero sus votantes se resisten a que el guión se escriba diferente a como ellos quieren.

Estamos lejos, muy lejos, de la solución del problema y estamos cerca de que la Fiscalía General del Estado anuncie las penas que solicita para los presos políticos. Va a ser, seguramente, la próxima pantalla que se va a abrir y que comportará nuevas movilizaciones. El escarmiento en forma de escrito judicial parece que está muy a punto. Y los Jordis, conscientes de la irritación que va a producir en amplios sectores de la sociedad catalana, pidieron civismo en las protestas y nuevamente unidad en la respuesta.

Difícilmente se podrán afrontar los meses que vienen si no se recompone la unidad entre las dos formaciones mayoritarias del independentismo, Junts per Catalunya y Esquerra Republicana, y se sabe integrar a la CUP en las decisiones más importantes. Es cierto que el independentismo ya ha vivido en el pasado momentos de desencuentro que supo superar. Pero ahora tiene dos hándicaps: sus principales líderes están en el exilio o en la prisión y ello dificulta la comunicación y los nuevos liderazgos necesitan tiempo y suerte. Un tiempo que no tienen y una suerte que veremos si les acompaña. Quizás lo más nuevo es que los partidos independentistas no habían tenido nunca tantos ojos pendientes de lo que hacen y dispuestos a echárselo en cara.