La decisión del presidente de Òmnium, Jordi Cuixart, de solicitar que la entidad sea recibida dentro de la ronda de entrevistas que el presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, piensa realizar con las entidades de la sociedad civil para buscar apoyos que le ayuden a desbloquear su investidura, es una jugada hábil e inteligente en el siempre complejo puzle de intereses, no siempre coincidentes, de los partidos independentistas. Cuixart refuerza así su papel de dialogante por encima de cualquier otro atributo, incluso en una situación tan injusta como la que padece de una prisión provisional en la que ya lleva 660 noches durmiendo en la cárcel.

Los portavoces de la Moncloa no quieren oír hablar de la carta de Cuixart, y en parte es lógico, ya que las entidades convocantes acabarán siendo dependientes de una u otra manera de las ayudas del Estado, una circunstancia que no se da con Òmnium, que vive exclusivamente de las cuotas de los más de 170.000 socios. Es cierto que, además, es una entidad que ha sido clave en el auge del independentismo, en la organización de las multitudinarias manifestaciones celebradas en Catalunya y en la incorporación de la desobediencia civil como una de las salidas tras las sentencias del Tribunal Supremo.

El consenso que reúne Cuixart en el mundo del independentismo y el poso social de una entidad creada en 1961, en plena dictadura, debería llevar a Pedro Sánchez a no ofrecer una respuesta fácil de manual para dar satisfacción a PP y Cs, al parecer, a los únicos que el PSOE no quiere molestar. Lo fácil siempre es enemigo de lo correcto. Llenar telediarios con sindicatos y patronales igual sirve para dar una falsa imagen de diálogo y para mirar de presionar un poco a Pablo Iglesias. Pero ahí no saldrá la investidura. Como tampoco saldrá del Rey saltándose su papel institucional y abogando por el final del bloqueo institucional, una manera de abogar por la investidura de Sánchez.

Lo valiente, lo que hubiera hecho Adolfo Suárez, al que todos reivindican pero sin hacer nada de lo que él hubiera hecho, es intentar saber qué quiere decir Cuixart cuando afirma "Ho tornarem a fer". Pero entonces se hacía política, hoy, simplemente, se cubre el expediente.