No hay que pensar que sea una casualidad que la semana que empezó con un 30% de cuota de pantalla en TV3 del documental Las cloacas de Interior y que este mismo jueves ha tenido la aprobación de las conclusiones de la comisión parlamentaria en el Congreso, con los únicos votos en contra de los diputados del PP, constatando que la Operación Catalunya existió, no iba a tener la contraprogramación adecuada. Lo pronosticó el martes el historiador, en su no tan lejano papel de periodista y fino analista, Toni Soler, cuando dejó escrito que tras una audiencia tan descomunal de un documental que ponía al descubierto las irregularidades de la policía y la fabricación de pruebas falsas contra el independentismo catalán las cosas no quedarían así. No iban a quedar así.

Por en medio, el Tribunal de Cuentas dio a conocer el miércoles que abría una investigación para que Artur Mas y los tres consellers que ya han sido juzgados, inhabilitados y multados acaben pagando los cinco millones de euros que costó el 9-N. Que sea una medida que no guarde parangón con ninguna actuación del Tribunal de Cuentas contra ningún gobernante debe ser una casualidad. Como debe ser una casualidad que la ponente que firma el auto sea la consejera de Cuentas Margarita Mariscal de Gante y Mirón, exministra de Justicia con José María Aznar. Fue el primer aviso del por qué no se iban a dejar arrebatar el relato de la semana.

Nada que ver, sin embargo, con la traca de este jueves personándose ocho guardias civiles en el Parlament, algunos con el rostro tapado, buscando una copia de los correos electrónicos del diputado adscrito Germà Gordó por el caso de corrupción del 3%. Unas imágenes que, se miren como se miren, denigran la Cámara catalana y solo tienen el valor de poder ser emitidas permanentemente por televisión. Que después de quince años de investigación del sumario de corrupción del 3% y habiéndose consumido en este período seis legislaturas del Parlament entren en la Cámara catalana guardias civiles de la manera que lo han hecho es una evidencia que no se busca luchar contra la corrupción. Pero se ofrece el espectáculo imprescindible para que independentismo y corrupción se pueda juntar en un mismo debate. Y de eso debe tratarse. Como, por otro lado, después se pudo comprobar en las previsibles declaraciones de los diputados de la oposición que han estado mudos o viendo Goldfinger de James Bond.

La visita al Parlament se completó con otras dos, con cinco guardias civiles más cada una, al Palau de la Generalitat y a la conselleria de Justícia, buscando el libro de visitas de Germà Gordó y la relación de personas que formaban parte de su equipo administrativo cuando ocupaba primero la secretaria general de Presidència y, más tarde, el cargo de conseller de Justicia. Es obvio que todo el material requisado se hubiera obtenido igual con una puesta en escena diferente. Pero la performance hubiera perdido fuerza y no se hubiera podido tapar el enorme escándalo que supone en términos democráticos el documental de Las Cloacas de Interior y las conclusiones parlamentarias constatando que existió una Operación Catalunya. Y de eso, fuera de Catalunya es que casi ni se habla.