Del ministro de Cultura y Deporte de cualquier país civilizado se espera que después de la elección del presidente de una entidad como el Fútbol Club Barcelona en primer lugar le felicite y también le desee los mayores éxitos en su nuevo cargo. También, que huya de polémicas que no vienen a cuento, sobre todo después de la abrumadora victoria de Joan Laporta, que ha obtenido un respaldo muy mayoritario de los socios azulgranas, por encima del 57% de los votos emitidos. Pero eso sucede en un país educado y en un gobierno que predique con el ejemplo cuando habla de abrir una etapa de reencuentro entre España y Catalunya. El flamante ministro de Cultura, José Manuel Rodríguez Uribes, miembro de la ejecutiva federal del PSOE, no debe entenderlo así y, lejos de la más mínima norma de cortesía, ha decidido darle una felicitación especial a Laporta a toque de rebuzno y marcándole las líneas rojas de su presidencia: "No puede poner al Barça al servicio de la independencia" y destacando que los clubs de fútbol españoles son Marca España.

El ministro no es la primera vez que realiza incursiones en el mundo del fútbol y a cuenta del FC Barcelona. El pasado febrero consideró desorbitadas las cifras del contrato de Leo Messi y añadió que quien tiene que estar bien pagada es la ciencia y que estas cifras le chocaban. Rodríguez Uribes, valenciano de nacimiento y madrileño de adopción, es en la capital española donde ha desarrollado buena parte de su carrera política. Pasa por ser discípulo del ex presidente del Congreso y también socialista Gregorio Peces Barba —suya es la frase pronunciada en 2011 al hilo de los desencuentros con Catalunya asegurando que creía que esta vez se resolverían sin necesidad de bombardear Barcelona—. Quizás esa impronta el ministro la adquirió en su dilatada vida como docente, ya que ha impartido clases en la Academia de Oficiales de la Guardia Civil desde 2012 hasta 2018, en la Escuela de Guerra del Ejército y en la Academia de la Policía Nacional.

Laporta no va a tener los cien días de gracia que normalmente se acostumbran a conceder a cualquier persona que asume un cargo y el Estado español se ha apresurado a marcarle el territorio de lo que puede y no puede hacer. Aunque en mi artículo de ayer ya lo señalaba, pensaba que la advertencia no vendría tan rápida, aunque solo fuera por una mera cuestión de cortesía. Debe haber más miedo del que aparentan. No han esperado ni un día para señalarle que no le van a dejar pasar ni una y que la situación de ahora no es la de su anterior presidencia entre 2003 y 2010. España ha perdido libertad de expresión y la represión se ha generalizado contra los sectores independentistas. Nada va a ser fácil para Laporta en esta nueva etapa y el deep state no ha perdido un minuto en advertirle aunque no haya abierto aún la boca. 

Suerte que el hasta ahora expresidente, inequívocamente partidario de la independencia de Catalunya, viene más que preparado para lo que se le viene encima y sabe perfectamente que el principal servicio que puede realizar es situar el club de nuevo en la élite, sanear sus maltrechas finanzas y estabilizar institucionalmente la entidad. Y analizar a fondo si se han cometido irregularidades, lo que obligará a realizar una auditoría penal del Barça para no encontrarse dentro de unos meses con sorpresas desagradables.