La abrumadora victoria de Joan Laporta en las elecciones celebradas este domingo a la presidencia del Fútbol Club Barcelona es ante todo un reflejo de las enormes ganas de cambio al frente del timón de la entidad blaugrana. Los socios del club han optado por lo que sin duda era la decisión más racional en las circunstancias actuales: hacer confianza a Laporta después de unos años en que la nave ha tocado fondo en lo deportivo, lo institucional, lo reputacional y lo económico. El club se deshace, literalmente, y la crisis económica lo ha dejado expuesto; incluso, quién sabe, a una posible disolución mercantil o a una inevitable conversión en sociedad anónima si las cosas no se hacen bien y rápido.

Los socios no quieren ni una cosa ni la otra. Quieren seguir siendo los propietarios del club y quieren también triunfos deportivos. Lo quieren todo desde ahora mismo y esa inquietud en la masa social ha sido la gran aliada de Laporta, como ya lo fue el 2003. Si en aquel momento había que enterrar la insufrible presidencia de Joan Gaspart, ahora hay que borrar la de Josep Maria Bartomeu, que, además tiene un corolario en los tribunales que no augura nada bueno ni para el expresidente ni para la entidad. En época de limpieza, el presidente retornado es visto como una garantía de que los cambios que son necesarios hacer no se van a quedar a medias y que el club va a volver a ser un referente imprescindible a nivel internacional. Que va a haber saneamiento económico y van a volver los títulos.

Ahí está otra de las claves del resultado y que además se refleja en la muy elevada participación en la elección del nuevo presidente, superando impedimentos como la movilidad comarcal por la Covid. Los socios, pese a esta circunstancia, han querido participar masivamente en lo que solo se puede interpretar de una manera: que el nuevo presidente tuviera la fuerza y el apoyo suficiente desde el primer día. Que nada se le pudiera echar en cara: una altísima participación y un resultado contundente que le permita ser, como ha dicho durante la campaña, independiente, política, económica y mediáticamente. La gran baza de su principal adversario, Víctor Font, la respuesta económica a la crisis del club, ha quedado hecha trizas durante los debates en que se ha visto claramente superado por Jaume Giró, el hombre fuerte de la candidatura de Laporta en esta materia. 

Laporta inicia una presidencia de seis años que no será fácil ya que su carisma y su actitud indomable despierta pasiones pero también genera enemigos. Sería bueno que se aparcaran rencillas y se dejara trabajar al nuevo presidente y a su junta directiva. Salvar el club, que es el primer objetivo del presidente electo, debería de ser un objetivo del ganador y de los aspirantes derrotados. También de los que no se han presentado, pero ahí están y a quienes no les va a ser fácil digerir el retorno de Laporta al frente del club.