La virulencia con que ha reaccionado el Madrid político y mediático más de derechas contra Alemania por la excarcelación del president Carles Puigdemont ha sido tan exagerada que ha asustado a los alemanes, poco acostumbrados a ser objeto de mofa y de ensañamiento dentro del continente. Desde el jueves en que se conoció que la Audiencia Territorial del estado federal de Schleswig-Holstein descartaba el delito de rebelión y que iba a estudiar tan solo el de malversación, una catarata de acusaciones, insultos y descalificaciones ha caído contra el gobierno alemán y contra el funcionamiento de su justicia. Como si se tratara de una cuestión patria y no de un tema exclusivamente judicial, editorialistas, articulistas y políticos reconocidos del PP, como el eurodiputado Esteban González Pons o el portavoz del partido Rafael Hernando, han querido señalar un peligroso camino que acerca España a ojos de Europa a la intolerancia y evidencia la nula separación de poderes.

En el menú prêt-à-porter de esta primavera madrileña informativa, lo que menos estaba en el guión era una discusión con Alemania y la aparición de la germanofobia, con una clara similitud a la tantas veces ensayada catalanofobia. La ministra de Justicia alemana, Katarina Barley, que señaló el fin de semana que España no tenía que dar por hecha la extradición de Puigdemont por malversación, que tendrá que explicarla y que esto no será fácil, ha propiciado desde titulares como "Alemania, a España no se la tocahasta acusaciones directas contra la ministra en un gran diario de Madrid en que se la tilda, entre otras lindezas, de "nazi progre", "ministra racista de Merkel", y, también, se habla de la "euromanía alemana de masacrar a sus vecinos".

González Pons ha cuestionado la justicia alemana, ha señalado que el tribunal ha ido más lejos de lo que debería haber ido y ha amenazado con que si la euroorden no funciona, el tratado de Schengen no tiene sentido. El joven Casado ha ido más lejos al exigirle al tribunal alemán que rectifique. ¡Como si Alemania fuera España!  El gobierno español, que propició el primer fuego, ha tenido que salir rápidamente a intentar apagar el incendio de la desmesurada campaña contra Alemania.

En medio de todo este despropósito español, la embajada de Madrid en Berlín se dedica a publicar cartas al director en los diarios alemanes. Muy poca artillería y menor influencia en un país difícil como Alemania que ha asumido el caso catalán como un debate público más próximo a la violación de derechos humanos que a la independencia. Y donde la clase política y los medios de comunicación están descubriendo unas actitudes en las que lejos de hacerles cómplices de un problema se les critica y se les ataca con una gran desmesura. Madrid, en primavera.