Que el caso Koldo no se iba a quedar en el caso Ábalos era algo archisabido. Lo sabía el PSOE desde el primer momento y también el PP, que anda frotándose las manos ante un episodio imprevisto antes de las elecciones gallegas y, más aún, con la virulencia informativa que ha cobrado. Ha sido obtener Alberto Núñez Feijóo la mayoría absoluta en Galicia para que a Pedro Sánchez se le haya abierto un cráter bajo los pies, del cual se desconoce exactamente la profundidad, si bien, parece importante. El presidente se encuentra así con una ristra de noticias relacionadas directamente con una situación tan preocupante como es el uso del dinero invertido en la compra de mascarillas durante la pandemia y, simultáneamente, los equilibrios de una legislatura en el Congreso de los Diputados que no ha conseguido estabilizar. En parte, porque no ha acabado de entender algo tan obvio como que no tiene un plan B.

Por primera vez, los aliados parlamentarios de Sánchez tienen más cartas que él. Se podría decir que tienen plan A y plan B, por mucho que prefieran el plan A, que es un acuerdo con el PSOE que recoja la amnistía completa para todos los casos del procés y, en paralelo, un apoyo a los presupuestos generales del Estado con contrapartidas que no sean de juguete y acaben teniendo un resultado real para la sociedad catalana. La torpeza con que el gobierno español y el equipo de la Moncloa han gestionado desde el pasado verano la ley de amnistía, como si le sobraran votos en el Congreso de los Diputados y pudiera imponer sus condiciones, hace que seis meses después esta carpeta no forme ya parte del pasado y aún se discutan matices. Repito: ¿tiene el PSOE un plan B? ¿Acaso puede ir a elecciones en julio o en septiembre?

Me consta que dirigentes socialistas con más experiencia y conocedores del estado de la negociación no dejan de mandarle mensajes a Sánchez en este sentido: Pedro, ciérralo; como sea, pero ciérralo. "Hay que estabilizar la legislatura, porque, si no, estamos muertos", es el mantra que se escucha en el PSOE. Lo más curioso es que cada vez que parece que están cerca del acuerdo, y últimamente ha habido más de un momento, surgen como por arte de magia nuevos obstáculos. Será que el chapapote de las mascarillas ha eclipsado informativamente el tema de la amnistía, pero sigue estando ahí la inferioridad aritmética en el Congreso para legislar y sacar proyectos adelante.

"Hay que estabilizar la legislatura, porque, si no, estamos muertos", es el mantra que se escucha en el PSOE

Y mientras esto sucede, la cabeza de la presidenta del Congreso de los Diputados, la socialista Francisca Armengol, parece ser la nueva pieza a cobrarse. A la expresidenta de las Illes Balears le ha aparecido un caso realmente turbio si es cierto que hizo que la Unión Europea pagara las mascarillas del caso Koldo cuando ya sabía que eran defectuosas, ya que el material incumplía los requisitos necesarios para su uso. Primero acordó la compra por 3,7 millones de euros provenientes del presupuesto balear, recibió el material, y más tarde, al comprobar que les habían estafado, modificó las licitaciones para poder imputar el gasto al Fondo Europeo de Desarrollo Regional.

El actual gobierno balear, que cambió de manos el pasado mes de mayo y pasó al PP, se ha personado en la causa que sigue la Audiencia Nacional como acusación particular. La Fiscalía europea investigará también el caso, al tratarse de una posible malversación de fondos de la UE. Desconozco cómo acabará el caso de Armengol y si tiene armas contundentes para defenderse. Veremos. Pero tampoco es la pieza final a cobrarse. Al final, siempre estará la cabeza de Pedro Sánchez. Los demás son figurantes.