Diez segundos de la intervención del diputado Carlos Carrizosa de Ciudadanos en el Parlament de Catalunya habrán servido más que muchas declaraciones de políticos independentistas hablando de la independencia o no de la Fiscalía. Son solo diez segundos pero vale la pena verlos una y otra vez porque recogen a la perfección el meollo de muchos de los procesos judiciales que hay en marcha y que tienen en la Fiscalía el ariete imprescindible para, por ejemplo, presentar querellas. Desde su escaño, el importante diputado de Ciudadanos, ya que es portavoz del Grupo Parlamentario y licenciado en Derecho por la Universitat de Barcelona, no puede contener la risa cuando habla de la independencia de la Fiscalía y acaba provocando con su tartamudeo sobrevenido un sketch humorístico más propio del exitoso programa televisivo Polònia que del Parlament de Catalunya.

Y no es extraño que sea así ya que se cierra una semana funesta para los diferentes estamentos judiciales provocada por el ministro del ramo Rafael Catalá. No hay amotinamiento de los perjudicados pero sí palabras graves y que no se acostumbran a escuchar. Tampoco hay una revuelta en toda la regla pero sí comunicados de las asociaciones judiciales expresando su estupor por la situación generada y el evidente control político que se ha producido de puestos clave en momentos tan delicados para el PP y con numerosos frentes judiciales abiertos. No parece extraño que en este contexto, partidos como Ciudadanos, que había hecho bandera de la independencia del estamento judicial español, no puedan articular palabra al hablar de la independencia de la Fiscalía.

Y es que el poder político español -que va mucho más allá de los ministros y que se diluye entre cargos políticos y todo un entramado de élites funcionariales- es real y engulle con una rapidez pasmosa cualquier disonancia que se pueda tener. Quizás por eso Rivera está más callado y el PSOE, que conoce bien de qué va todo eso, espera beneficiarse llegado el momento de la situación creada. Ahora de lo que se trata es de controlar al máximo los centros de mando judiciales, enviar el máximo de mensajes posibles de cara a los conflictos que se avecinan allá y sobre todo acá y de paso hacer llegar mensajes nada encriptados del estilo "esto no te va a salir bien". Así, piensan, ya es suficiente.