En plena campaña electoral catalana, el pasado 14 de diciembre, se puso en marcha un bulo informativo que aseguraba que una unidad muy selecta de los Mossos d'Esquadra había investigado al delegado del Gobierno en Catalunya, Enric Millo, y al aún máximo dirigente del PP en Catalunya, Xavier García Albiol. La información fue divulgada a través del servicio de noticias de la agencia Efe, que citaba fuentes policiales. Los Mossos lo desmintieron muchas horas después y el Ministerio del Interior dijo que lo desconocía, una suave manera de dejar que la noticia se mantuviera viva algunas horas más. De hecho, el gobierno español ha propiciado desde los atentados de Barcelona y Cambrils del pasado mes de agosto una campaña de descrédito de la policia catalana que no tiene parangón y que en nada contribuye a garantizar la seguridad de todos.

Una carta del conseller de Interior en funciones, Joaquim Forn, desde la prisión de Estremera recibida en mi despacho estas últimas horas y fechada el pasado día 15, me ha hecho recordar aquella filtración. También creo que es bueno que la opinión pública conozca cuál es la opinión de Forn al respecto: "Es una mentira descomunal. Me siento fatal escuchando estas noticias y sin poder decir nada". Creo que vale la pena que esta nota diaria de hoy haga de altavoz de quien no se ha podido defender hasta ahora de una acusación tan grave. Y que, como Oriol Junqueras y los Jordis, permanece en prisión incondicional y sin fianza en la cárcel de Estremera, los consellers desde hace 55 días y los presidentes de la ANC y de Òmnium, desde hace 72. Una condena que cada día que pasa se hace más injusta y desproporcionada y que después de los comicios catalanes, de la victoria del independentismo en las urnas y de su elección como nuevos diputados al Parlament, debería posibilitar una salida inmediata de la cárcel y la finalización de la prisión preventiva a la espera del correspondiente juicio.

Dicen todos que están bien, que el día se hace largo, y que reciben cientos de cartas que leen y que es imposible contestarlas todas. Pero que las agradecen mucho y que no les gustaría que aquellos que les escriben, a veces a diario, pensaran que no las reciben o que no les prestan atención. Y también que las necesitan. Que dan las gracias. Es su contacto diario con el mundo exterior, más allá de las contadísimas visitas que el régimen penitenciario permite. 

En el mundo de la comunicación inmediata a través del teléfono móvil, los whatsaps o los e-mail, una carta escrita el día 15, fechada en Madrid el 21 y entregada en destino el 27 nos marca la diferencia entre estar en libertad o carecer de ella. Y cómo la vorágine exterior a la que estamos acostumbrados y de la que dependemos es la primera privación de libertad. Primero de ellos, pero también de nosotros, que los conocemos.