Una vez concluidas las dos primeras semanas de vistas se puede hacer, ni que sea muy provisionalmente, un primer análisis del juicio al procés, que se celebra en el Tribunal Supremo, y después de que ya hayan declarado siete de los nueve presos políticos en prisión provisional y los otros tres miembros del Govern en libertad provisional. Es bastante obvio, por lo visto hasta la fecha, que después de seis sesiones la rebelión aparece mas lejos que nunca, la malversación sigue sin demostrarse y, en todo caso, queda en el aire la desobediencia. Tanto la fiscalía como la Abogacía del Estado se han dado contra una roca tratando de mantener un relato que se sabe falso y que solo la política unionista y los medios de comunicación españoles o españolistas han mantenido contra viento y marea.

¿Era ese el juicio que querían jueces, partidos del 155 y demás? Es obvio que no. De las personas del mundo del derecho con las que he conversado en estos quince días no he conseguido encontrar a ninguna que tuviera la percepción de que el juicio les estuviera saliendo bien a los que han sostenido contra viento y marea tanto la escandalosa prisión provisional como las duras penas que se han solicitado para los presos políticos. Tanto es así, que una frase del rey Felipe VI sobre supuestas democracias y el cumplimiento de la ley ha sido rápidamente interpretada como un toque de atención a los jueces para que no se dejen impresionar por la ausencia de elementos probatorios de culpabilidad.

Cobra fuerza así la idea de que el juicio es sobre todo un escarmiento al independentismo y que los acusados no pueden salir de él con unas penas menores. Los observadores internacionales ya se han dado cuenta de la endeblez de las acusaciones. Una viñeta de The New York Times recogía a la perfección lo que han escrito otros medios de comunicación. Se ve a Oriol Junqueras con una pequeña estelada en la mano diciendo a los jueces: "NO reconozco su independencia", y a tres magistrados detrás de su mesa de la sala de vistas flanqueados por dos grandes banderas españolas.

A la vista de la evolución de estas dos semanas, el Estado ha aplicado la mejor estrategia con la que contaba: apagar los altavoces en España para que los ciudadanos pudieran seguir el juicio por televisión. Así, la única verdad a su alcance es la que se les transmite por la prensa escrita, la radio o los telediarios. Y de esta forma los Casado, Rivera, Borrell, Sánchez y tantos otros pueden distorsionar la verdad. Ya se sabe, en un conflicto lo primero que desaparece es la libertad de información.