El avance imparable de los contagios, la mayoría de ellos en el área metropolitana de Barcelona y en Lleida, unido a que no pasa día en que las medidas restrictivas en Catalunya cada vez afectan a más ciudadanos, los últimos los de Figueres y Sant Feliu de Llobregat, nos permite pensar que la segunda ola de la pademia del coronavirus ya está aquí. Hay indicadores similares a los del mes de abril aunque, por suerte, parece existir la certeza, al menos por ahora, de que las consecuencias del virus no son tan graves como la pasada primavera. En cualquier caso, han saltado por los aires los pronósticos de que deberíamos prepararnos para el otoño ya que se están alcanzando cada día nuevos picos y aún no ha acabado el mes de julio.

¿Cual es la situación? Existe transmisión comunitaria de la enfermedad, se ha descuidado el control de los brotes y, en consecuencia, se ha perdido la trazabilidad. Está fallando el rastreo ya que Catalunya —igual que Madrid— solo dispone del 15% de los rastreadores que se necesitan. Las cifras son imprecisas pero se calcula que son alrededor de 200 personas especializadas las que están trabajando cuando harían falta unas 1.500 si se acepta que el ratio adecuado es el de 20 profesionales por cada 100.000 habitantes.

Hemos vuelto a entrar, con medidas menos drásticas por ahora, en una espiral de confinamiento ciudadano similar a la de la pasada primavera aunque muchas de las medidas son voluntarias y aún no obligatorias. Luchamos contra el virus pensando que acabaremos con él, como decía la propaganda gubernamental: Este virus lo paramos unidos. 

A lo mejor es que no lo podemos parar hasta que haya vacuna y lo que se tiene que empezar a asumir es que la nueva estrategia tiene que estar pensada para convivir con el virus. Con las máximas medidas de seguridad, claro está. Reforzando la higiene, la mascarilla y la distancia social, que se han demostrado que son muy importantes para evitar la propagación del virus. Y disponer de la cifra de rastreadores necesarios que a estas alturas debería ser una absoluta prioridad. Pero evitando paralizar el país con confinamientos que no resuelven la raíz del problema y que solo provocan un enorme trauma en la sociedad, como reconocía este domingo el doctor Bonaventura Clotet.

Si no se hace un diagnóstico total, el daño que ahora ya se prevé para nuestro país será enorme. Y los catastróficos diagnósticos que ya se han hecho sobre la caída del PIB y el aumento del paro quedarán muy superados. Hemos de salvar vidas, claro está. Sobre eso no hay discusión posible. Pero hemos de salvar también la economía si no queremos que las secuelas del coronavirus duren muchos años.