Lo tengo escrito y no me importa repetirlo: no debe haber situación más difícil para un gobernante que encontrarse con la gestión del coronavirus que, en la práctica, es como estar sometido a un test de estrés diario desde hace ya más de nueve meses: permanentemente escrutado por todos y teniendo que tomar decisiones que no gustan a todos. La antítesis de un político del siglo XXI que está necesitado del respaldo ciudadano ya que no sabe manejarse con la opinión pública en contra. La ciudadanía se ha acostumbrado, por lo general, a tener respuestas al instante y, si no, a protestar ya que se siente desasistida e indefensa. El político se ha malacostumbrado a tomar decisiones a golpe de encuesta y a huir como gato escaldado de medidas impopulares. En parte porque sabe que el pulso le temblará y no podrá resistir la presión de las redes sociales.

En este aspecto, sus antecesores y los antecesores de sus antecesores lo tuvieron mucho más fácil ya que la presión de la opinión pública que hoy se mide por minutos hace tan solo dos décadas se medía por días. No es un cambio menor. Para este lunes se esperaban una serie de medidas alrededor del Fin de Año que, al final, no se han concretado. De hecho, diferentes portavoces del Govern habían señalado a través de diferentes intervenciones en los medios de comunicación que ello iba a ser así. Al final, no ha sucedido y no lo critico sino que me parece poco profesional ir por las radios avanzando una cosa y hacer la contraria. Es también uno de los problemas del ansia de algunos políticos por hablar sin saber muy bien para qué y sin tener nada que decir.

Ya entrada la noche, leo que el doctor Jaume Padrós dice que no entiende al Govern ya que el número de contagios y de hospitalizaciones no para de crecer y que es necesario tomar medidas más contundentes y efectivas para parar la pandemia y de cara al Fin de Año reducir drásticamente la movilidad. Deduzco que lo que propone es extender a toda Catalunya las medidas de la Cerdanya y el Ripollès. El presidente del Colegio de Médicos de Barcelona ha activado el reloj en nombre de uno de los colectivos que más sufre en primera línea la expansión de la pandemia. Ya me imagino a los restauradores, por ejemplo, o a los hoteles que están abiertos —también por otras razones determinados comercios— en el lado contrario contando los días que faltan para la Nochevieja y el día 1 con las neveras ya a tope para poder prestar aquellos dos servicios.

Estoy seguro que la última decisión no está tomada, ya que sería la primera vez. El pulso ha empezado.