Hablo este sábado con un importante restaurador de Barcelona. Como todos, está preocupado por los casi tres meses que han tenido cerrado su negocio y que a partir de este lunes podrá reabrir al entrar la capital del país en fase 2. Ya no quedará ningún territorio en fase 1 e incluso tres regiones sanitarias —Alt Pirineu i Aran, Camp de Tarragona y Terres de l'Ebre— alcanzarán la fase 3. Él será de los que abrirá, pero desconoce cuantos lo acabarán haciendo dadas las estrictas medidas de seguridad sanitarias que se han impuesto y la crisis económica —del sector y de la gente— después de más de 80 días cerrados. 

Aunque este interrogante solo tendrá una respuesta provisional en unas semanas, nada le irrita tanto como la gestión del gobierno central con los ERTE. "En mi restaurante no lo ha cobrado ninguno de los trabajadores; es el escándalo más grande de toda la pandemia". El colapso del Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE) ha provocado una situación gravísima dejando a decenas de miles de personas sin cobrar y a la intemperie. En el estado son cientos de miles que están igual. La noticia, sin embargo, está como desaparecida de los medios de comunicación. Los afectados, por lo que parece, no tienen suficiente fuerza para hacer llegar su drama a los grandes conglomerados mediáticos y a las televisiones. Y los sindicatos mayoritarios miran hacia otro lado.

Los ERTE son, en estos momentos, sin embargo, la única esperanza. Muchos trabajadores no lo cobran aún pero sin ellos su situación será aún más dramática si cuando venzan, el 30 de junio, no son prorrogados. De ahí que muchos sectores ya estén reclamando que puedan prorrogarse, en las mismas circunstancias, hasta el 30 de diciembre. Los números son claros: en estos momentos hay alrededor de 3,8 millones de parados —386.000 en Catalunya— y el número de trabajadores con un ERTE se eleva a 3,4 millones —muy por encima de los 700.000 en Catalunya—. ¿Cuantos de los trabajadores con un ERTE acabarían en un ERE en estos momentos? Seguramente, muchos.

Y, por experiencias anteriores, sabemos que la destrucción de empleo es mucho más rápida que la contratación. Esta lección debería estar presente entre los que toman decisiones.