De las cuatro opciones que tenía encima de la mesa Josep Maria Bartomeu —dimitir inmediatamente, convocar elecciones en octubre, comicios en enero y presidenciales en marzo— ha escogido claramente la peor para el club. Los comicios no serán hasta la primavera —a partir del 15 de marzo— y se perderá un año en planificar el Barça del futuro. Bartomeu tira a la papelera toda la próxima temporada y escoge una opción que solo tiene como objetivo ganar tiempo en lo deportivo con la despedida de Quique Setién y el fichaje de un nuevo entrenador, presumiblemente el holandés Ronald Koeman, y, lo que es más importante, disponer de unos meses que son muy importantes para poder presentar unos resultados económicos que no dejen el club en pérdidas con las lógicas consecuencias para la actual directiva.

Con el estadio cerrado para que los socios del club puedan expresar su opinión en este delicado momento institucional, Bartomeu debe pensar que nada se opone en su camino y que puede hacer literalmente lo que quiera. En otro momento de la historia, el malestar de la grada sería insoportable para el presidente, pero el coronavirus ha cambiado radicalmente la situación. Ante este panorama, el barcelonismo solo tiene dos alternativas: conformarse con la imposición de Bartomeu o iniciar los pasos para presentar una moción de censura al presidente de acuerdo con los estatutos del club.

El primer camino supone aceptar, en la práctica, otra temporada como todas las últimas y dejar el club en respiración asistida y falto del impulso que tanto necesita una entidad como la barcelonista por todo lo que representa un club como el blaugrana. El segundo es enormemente complicado y hay que saberlo con antelación, máxime con todos los candidatos jugando abiertamente sus cartas para el día después. Pero la moción de censura es el único movimiento desde fuera del club que devolvería la voz al socio, sin esperar al mes de marzo. Tras seis años de mandato, la herencia de Bartomeu no puede ser un año más de desprestigio del club y de un desplifarro económico en fichajes que se acerca a los 800 millones de euros.

El barcelonismo ha de decidir entre un golpe de timón y dejar de poner un pedazo tras otro para que el presidente conserve la poltrona o iniciar lo más rápidamente posible una etapa nueva que no será nada fácil, ya que la actual junta directiva lo ha dejado todo como un solar y lo primero que hará falta será capacidad  y audacia para conseguir nuevos ingresos. Por eso, cuanto antes mejor, y la moción de censura es la única vía.