El movimiento de Pedro Sánchez enviando al ministro Salvador Illa a las elecciones catalanas unido al control de la justicia de la fecha en que los catalanes han de acudir a las urnas —el 14-F, pero hasta el 8 puede anularlas el TSJC— debería hacer despertar de una vez por todas el alicaído ánimo de muchos sectores independentistas muy cabreados con la última legislatura en el Parlament. El unionismo, mucho menos dado a este tipo de procesos de autoflagelación y mucho más práctico a la hora de intentar ganar las batallas, ha diseñado perfectamente la suya y ha cedido al PSC, como hizo en 2017 con Ciudadanos, la posibilidad de impedir una mayoría independentista.

 En el autobús socialista ya están todos los pasajeros que tienen que estar después de que el secretario general de Vox, Javier Ortega Smith, haya asegurado que su partido está dispuesto a investir a Salvador Illa a cambio de que no puedan gobernar los independentistas. ¿Alguien duda de lo que harían Ciudadanos, PP o los comunes?  Los socialistas no han dicho nada de la oferta aunque, la verdad, la duda ofende. ¿No tuvo los votos Ada Colau de los concejales de Manuel Valls para evitar un alcalde independentista? Colau sabrá los pactos a los que llegó con Valls pero los tres concejales no fallaron, y una de ellas, Eva Parera, en las catalanas de febrero va de número tres del PP. Eso no va de ideologías, más de derechas o de izquierdas para el unionismo, sino de tumbar al independentismo. ¿Tanto cuesta de ver?

En esta campaña express, Illa exhibe la gestión de la pandemia mientras los partidos unionistas y sus correas de transmisión mediática dejan que cabalgue, sin explicación alguna, sobre como es posible que España lidere las peores cifras a nivel mundial en la lucha contra la Covid y él sea el ministro de Sanidad. O que Europa aumente las restricciones para evitar la propagación del virus y desde el ministerio se esté mirando hacia otro lado. No sorprende, en medio de la muerte diaria de alrededor de 400 personas por coronavirus, que haya voces que le reprochen que intente salvar las elecciones al precio que sea. Sobre todo, después de que Pedro Sánchez haya acusado al Govern de utilizar trucos para suspender las elecciones del 14 de febrero.

Es necesario, por tanto, concienciarse de que, con alarma por la pandemia o sin ella —el presidente del Col·legi de Metges de Barcelona ha señalado que la situación sanitaria roza el colapso y el Hospital Clínic ha hecho una llamada ante la situación límite en que se encuentran las UCI—, el PSOE quiere elecciones a toda costa ya que en sus encuestas le da que puede tumbar al independentismo por la movilización de su electorado ante una expectativa de triunfo y la abstención de una parte de su electorado rival.

Este es el tablero de juego en estos momentos y tocará, por tanto, si el independentismo quiere seguir siendo hegemónico, volver a demostrar en las urnas que la mayoría parlamentaria es sólida y que el conflicto con el estado español sigue vigente y no ha perdido actualidad. Que la apuesta por la independencia ha venido para quedarse y que no hay vuelta atrás en el salto que ha dado la sociedad catalana. Y que las trampas para desvirtuar la fuerza del independentismo tienen en las urnas una respuesta clara y contundente.