El movimiento del president Quim Torra anunciando la celebración de elecciones en una fecha sine die una vez se hayan aprobado los presupuestos de la Generalitat deja la legislatura agonizando y obliga al matrimonio entre Junts per Catalunya y Esquerra Republicana a seguir conviviendo bajo el mismo techo una vez han anunciado su divorcio. La crisis larvada desde el pasado lunes en el Parlament ha tenido en 48 horas tantos cambios de guion que ello seguramente explica que, hasta el último momento, hubiera más de una opción abierta, según iban entrando actores nuevos en la negociación. Así quedó atrás una decisión bastante compartida de varios consellers de JxCat de aplicar medidas contundentes contra el vicepresident Pere Aragonès, como hubiera sido la pérdida del rango. Una posición que también tuvo Torra en más de una conversación.

El martes, con los presos políticos en el Parlament, tanto Jordi Turull como Josep Rull y Quim Forn le trasladaron que estaban en contra y que esa era la opinión también de Jordi Sànchez. También, que era imprescindible aprobar los presupuestos y olvidarse de plantear un calendario electoral cerrado. Esa también fue la opinión del president Puigdemont. Ante este escenario, a Torra solo le quedó hacer una comparecencia grandilocuente en la que parece que se fija un calendario, pero el margen sigue siendo tan amplio que las elecciones pueden ser antes del verano, pero quien sabe si en septiembre, o, incluso, en una fecha tan simbólica como el 1 de octubre. Eso en estos momentos es casi irrelevante y cualquier especulación es solo eso, una especulación.

JxCat y ERC tendrán que gestionar durante los próximos meses una separación nada amistosa y entre recelos aún mayores a los de toda la actual legislatura. No es nada fácil que no se repitan conflictos como los de esta semana y los dos partidos tendrán que saber pactar un armisticio para no hacer añicos la mayoría parlamentaria que existe actualmente en la Cámara catalana. Los presupuestos deberían actuar como un balón de oxígeno ya que, al fin, serán aprobados y se romperá la situación vivida desde 2017, fecha en que fueron aprobadas las últimas cuentas de la Generalitat. Son, además, unos presupuestos expansivos y que van a permitir corregir déficits acumulados en departamentos tan importantes como Salut y Ensenyament.

En estos meses también arrancará la mesa de diálogo entre los dos gobiernos, el español y el catalán, una verdadera piedra de toque que puede acabar decantando un resultado u otro en los próximos comicios en función de su evolución. En cualquier caso, diálogo y judicialización pasan a ser dos caras de una extraña moneda ya que, como hemos visto, los diferentes tribunales que tienen causas contra el independentismo catalán tienen ahora un ingrediente añadido que puede servir para desestabilizar el incómodo gobierno Sánchez-Iglesias. Por ello, no deja de ser llamativo que los primeros que elogiaran la decisión de Torra de aprobar los presupuestos y anunciar adelanto electoral fueran los comunes y Unidas Podemos. Antes incluso que Junts per Catalunya.