La marcha de Pablo Iglesias de la primera línea política en dos fases —primero se apartó de la vicepresidencia del Gobierno, más tarde renunció a su acta en la Asamblea de Madrid y finalmente abandonó los cargos orgánicos en Unidas Podemos— llevaba aparejada, como estamos viendo, la explosión incontrolada de la formación morada. Unidas Podemos se rompe por la periferia, Catalunya, València, Andalucía, Canarias; lo que, además de una mala noticia para ellos, ya que la ley d'Hondt beneficia siempre a las grandes formaciones, es de un enorme peligro para el PSOE.

Las últimas encuestas publicadas, sobre todo las de la prensa de papel de la derecha, cuyas filas acaban siendo las más asiduas del mundo demoscópico, dibujan dos tipos de batallas: la primera por la victoria electoral y, aquí, el PP de Pablo Casado parece sólido en la pole position frente a un PSOE que lleva demasiado lastre en sus mochilas pese al poco tiempo que lleva gobernando. Los socialistas pagan medidas de enorme desgaste electoral, como la imparable escalada del precio de la luz, los incrementos de los productos energéticos y una inflación claramente al alza que hace perder poder adquisitivo a la ciudadanía, pero que daña sobre todo a los sectores más desfavorecidos de la sociedad.

El PP necesita poco para crecer, sobre todo no equivocarse en demasía y dejar a los socialistas la cruz de la situación económica, que incluso puede ir a peor. El gobernador del Banco de España, Pablo Hernández de Cos, en una comparecencia este lunes en la Comisión de Presupuestos del Congreso de los Diputados, ha alertado que el PIB no crecerá tanto este año como estima el Gobierno español y que habrá una revisión a la baja significativa de su incremento, que el ejecutivo de Sánchez situó en el 6,3%.

La segunda batalla la disputan Vox y Podemos. Aunque la formación ultraderechista se mueve a la baja, la desintegración del espacio de Unidas Podemos va más deprisa que el retroceso de la formación de Santiago Abascal. Tanto es así que, excepto el CIS, las encuestas publicadas dan opciones a PP y Vox para alcanzar una mayoría absoluta en el Congreso de los Diputados. Es la primera vez que esa posibilidad figura como un resultado posible en unas elecciones en España.

Muchos serían los perjudicados de un escenario así, pero sobre todo los independentistas. La represión vivida se reforzaría y la posibilidad de ser incluso ilegalizados dejaría de ser una eventualidad. Hoy solo son hipótesis, pero es algo que no se puede descartar. La mejor manera de defender este espacio que es mayoritario en Catalunya no pasa por asimilarse al resto de formaciones, sino por plantear una agenda propia y diferenciada que visualice la defensa de los intereses catalanes. Todos. Los lingüísticos, a través de la ley audiovisual y de cuotas en las plataformas audiovisuales a favor del catalán, pero también los económicos, que se juegan en los incumplimientos presupuestarios —menos dinero del que le toca a Catalunya y una ejecución muy por debajo de Madrid— y en las infraestructuras, con la transferencia de Rodalies.

La batalla de Rodalies justifica un sí o un no a los presupuestos, ya que acaba situándose en el corazón real de lo que es tener poder o no tenerlo. Por eso Madrid se resiste tanto y por eso Catalunya debe plantear batalla hasta el final.