Estamos en un tiempo en que las cosas van tan rápido y hay tanta acumulación de noticias que uno, por más esfuerzo que haga, acaba perdiendo la perspectiva. Sobre todo porque el gobierno español ha desencadenado una ofensiva en todos los frentes con tres premisas claras desde el mismo domingo: acelerar en la medida de lo posible el fin del conflicto y para ello demostrar que está decidido a todo, desde animar a la fuga de empresas de Catalunya hasta quien sabe si acabar pidiendo al fiscal pena de prisión para Sànchez y Cuixart este viernes en la Audiencia Nacional. Desplazar al independentismo de la zona de vencedor moral del referéndum en la que se encuentra: triunfador, porque pese a las enormes dificultades se pudo votar hasta el extremo de que aquel discurso monclovita de que no habría urnas no se ha vuelto a repetir y también porque las imágenes de la jornada forman parte de un día negro en la democracia española. Y aprovechar un tiempo que no será eterno que le brinda la intervención del Rey, el placaje al PSOE y la mirada comprensiva de las instituciones europeas.

El Govern introdujo hábilmente el tema de la mediación como una manera para retener el amplio apoyo social del referéndum y la mirada complaciente de los media internacional. Rajoy ha tirado con desdén al precipicio esta opción. Ni la hay, ni la va a haber. Creyendo que así arroja a Junts pel Sí a una declaración sí o sí el mismo lunes. Así se explica que haya impedido no solo que prospere un mediador acordado sino que lo rechace aunque sea solo de la otra parte. Quiere zanjar este tema con una victoria por goleada, sin sentarse a hablar de política. Solo hablará la justicia y solo actuarán los policías, acaba siendo el único mensaje que llega desde Madrid desde hace mucho tiempo. A ello se suma, que el Banc Sabadell haya decidido trasladar su sede social a Alicante y que CaixaBank pueda adoptar una decisión similar en las próximas horas hacia otra zona de España. La medida tiene un efecto real limitado pero es una decisión trascendente y negativa. No caben medias tintas.

El decreto que piensa llevar el ministro de Economia, Luis de Guindos, a la reunión del Gabinete completa el menú de la jornada. El Consejo de Ministros de este viernes con el decreto que se anunció este jueves no hace sino animar la huida de las empresas con sede social en Catalunya hacia otras zonas del Estado ante la eventualidad de que el Parlament haga una declaración de independencia el próximo lunes. Es una temeridad y una irresponsabilidad. Entre otras cosas porque el Tribunal Constitucional, en el que ellos sí deberían creer a la hora de planificar sus movimientos, ha anulado este pleno. Y no parece un comportamiento en clave española deslocalizar empresas residentes en Catalunya.

Un amigo mío me ha dicho estos días que a Catalunya le conviene en la contienda que se parezca más a un combate de judo que a uno de kárate. El primero se basa fundamentalmente en la defensa, distancias cortas y en arrojar al oponente al suelo; mientras que en el kárate los golpes juegan un papel importante y se procura mantener al oponente a media distancia. El segundo concede toda la ventaja al más fuerte. El primero al más hábil. Como en todo, en no equivocarse también está la clave.