Que Hacienda somos todos es lo más parecido a una broma. Lo sabemos desde hace años y siempre que se conoce un nuevo caso, una nueva demostración de que no es así, nos escandalizamos un rato y no pasa nada. La actualidad devora los temas a una velocidad que todos acaban siendo efímeros. Sin embargo pocas noticias hay más chocantes que un ex jefe del Estado regularizando el delito fiscal que ha cometido. Este miércoles, el letrado Javier Sánchez-Junco Mans, que le representa en el caso de las tarjetas black -esas Visa que varios miembros de la familia real española utilizaban regularmente para todo tipo de gastos y que acababa pagando un tercero- hacía un comunicado en que tenía a bien anunciarnos que Juan Carlos I "ha procedido a presentar ante las Autoridades Tributarias competentes, una declaración sin requerimiento previo, de la que ha resultado una deuda tributaria, ya satisfecha, por su importe de 678.393,72€ incluyendo intereses y recargos".

Curiosa manera de explicar la comisión de un delito y su transformación en una declaración voluntaria. Después de varios años de que se publicaran periódicamente incontables informaciones periodísticas hablando de irregularidades o abiertamente de corrupción, resulta que, ahora, por arte de magia, el emérito puede regularizar su situación con el Fisco y evitar una investigación penal sobre sus tarjetas opacas ya que se ha adelantado a Hacienda. Debe ser que se ha adelantado porque estaba solo jugando esta partida; si no, cuesta de entender. ¿Será, si no, que con lo ocupados que están los inspectores su investigación estaba tramitándose y ha tenido el tiempo suficiente para cumplir con sus obligaciones?

Ya dice el refrán que una cosa es predicar y otra dar trigo. Así, en su discurso de Navidad de 2011 dirigido a los españoles, desde el palacio de la Zarzuela, proclamaba en medio del caso judicial que afectaba a su yerno, Iñaki Undargarin: "Todos, sobre todo las personas con responsabilidades públicas, tenemos el deber de observar un comportamiento adecuado, un comportamiento ejemplar". Casi nueve años han pasado de aquella prédica televisada, más de seis desde su precipitada abdicación al trono ya en medio de los casos de corrupción y más de tres meses desde su fuga a los Emiratos Árabes Unidos.

Va a ser muy difícil en una España que fue juancarlista y que ahora precipitadamente intenta ser oficialmente monárquica que el régimen consiga levantar el vuelo. Sobre todo porque no ha hecho más que empezar. Si nos paramos a pensar en los 65 millones de comisiones de Arabia Saudita que acabó en manos de la llamada princesa Corinna, con un cálculo muy elemental veremos fácilmente que el importe de la complementaria del emérito equivale a algo más del 1% de aquella comisión que acabó en Suiza.

Y los casos de corrupción no se van a acabar aquí. Porque, al final, no hay nada más complicado que intentar volver a tapar una botella que ha estado cerrada a presión y así ha permanecido muchos y muchos años. Y para acabarlo de arreglar, el entorno del emérito asegurando que está aburrido, que quiere regresar durante estas fiestas a España, algo que estaría entre la temeridad y la provocación. Y el aludido guarda silencio en Zarzuela, mientras el gobierno español tira pelotas fuera. Algo que, por suerte para él hacen a diario, no en vano son unos grandes profesionales en la materia.