La estrepitosa derrota de Pedro Sánchez ante Alberto Núñez Feijóo en el debate cara a cara de televisión del pasado lunes en AtresMedia ha dejado en el aire una serie de preguntas: ¿Qué le pasó a Pedro Sánchez? ¿Cómo pudo equivocarse tanto el presidente en el enfoque del debate con Feijóo? ¿Quiénes son los responsables de la chapuza televisiva del dirigente socialista? Porque aunque el árbitro, en este caso la cadena y los moderadores, jugaran con el equipo contrario, y lo demostraron con creces con intervenciones impropias de unos periodistas de nivel escogidos para tan grande ocasión, su papel tampoco fue tan decisivo. Ayudaron burdamente a Feijóo, pero cuando eso pasó, el presidente ya había perdido en parte por la ansiedad de no poder rebatir los datos y porque sus explicaciones eran demasiado largas. Y, también porque los minutos iban pasando y, seguramente, veía cómo se le estaba escapando la única oportunidad que tenía de darle la vuelta a la campaña de las elecciones generales y llegar al final de la misma con opciones de retener el poder.

Si utilizamos un símil futbolístico, a los dos minutos del partido ya iba con el marcador en contra cero a tres y Feijóo planteó entonces un catenaccio, cerrojo en italiano, tan famoso en los años de Helenio Herrera y aplicado por otros técnicos más recientemente, un sistema caracterizado por la falta de fútbol y la destrucción dentro del terreno de juego. Con ese método tuvo bastante el candidato del PP: Sánchez entró en bucle, parecía más crispado que presidenciable, se peleaba con Feijóo, discutía con los moderadores y el tiempo iba pasando y el resultado no se movía. Hace años que no se producía tanta unanimidad en la valoración de un debate y eso también debe querer decir alguna cosa. Es más que probable que los trackings preelectorales a partir de hoy mismo ya recojan una mayor diferencia entre bloques políticos.

Más allá de la mofa de que no hacía falta que liberara su agenda para preparar el debate si el resultado iba a ser tan pobre, Sánchez y Feijóo han dispuesto de estrategas séniors para preparar el choque. Al presidente se le atribuye la ascendencia de los Migueles, como cocineros de la estrategia de Sánchez. José Miguel Contreras y Miguel Barroso, expertos en duelos televisivos, con un papel muy relevante desde la época de José Luis Rodríguez Zapatero. En el lado de Feijóo la incorporación a última hora de Miguel Ángel Rodríguez (MAR), el killer de la derecha y creador de dos productos políticos de mucho éxito: José María Aznar y Isabel Díaz Ayuso. Marrullero y claramente mourinhista, mucho más partidario de destruir con el lenguaje que de construir. Artífice del Váyase, señor González, de cuando Aznar perseguía la Moncloa a principios de los años noventa. El debate lo ganó MAR y lo perdieron los Migueles.

El Madrid financiero, político y mediático, marcadamente de derechas, vivió la victoria de Feijóo como las remontadas del Real Madrid de Champions en el Bernabéu. Nadie daba un duro por el gallego y se salió con la suya. Sánchez, que ha planificado una campaña muy basada en el recurso de televisión yendo de plató en plató en los medios más hostiles comprobó que Pablo Motos y Ana Rosa Quintana no eran ni el aperitivo de lo que se iba a encontrar con Feijóo. Al final, un político profesional y Feijóo es fundamentalmente eso, es mucho más que un comunicador que pasa horas en el entretenimiento y que tiene mucho de superficial. Ahora Sánchez, que dudo que se haya rendido, necesita una auténtica bomba nuclear política y mediática si quiere intentar darle la vuelta a la campaña y llegar vivo al 23 de julio.