Que la primera instancia en emitir un comunicado inusual y extraordinariamente crítico contra unas declaraciones del nuevo gobierno español de coalición haya sido la cúpula judicial, demuestra bien a las claras que la batalla ya se ha abierto y se va a disputar con luces y taquígrafos. La reacción del CGPJ contra Pablo Iglesias ha hecho las delicias de la derecha, y eso que lo que ha manifestado es, aunque escueza, una obviedad. ¿O acaso las resoluciones de los tribunales europeos en lo que se refiere, primero, a las euroórdenes y, después, a la inmunidad, no han dejado en mal lugar a la justicia española? ¿Es exagerado decir, como ha afirmado el vicepresidente, que han supuesto una humillación para el Estado español? ¿Qué han hecho el Tribunal de Justicia de la Unión Europea, Alemania, Escocia, Bélgica, sino enmendar la plana al Tribunal Supremo?

Otra cosa es que irrite al deep state escuchar esto en boca de un vicepresidente del gobierno de España y que, hasta el lunes, era tan solo secretario general de Podemos. La airada reacción del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), marcando territorio, es una señal de que el conflicto va mucho más allá de Podemos y que el objetivo directo es Pedro Sánchez. Sorprende, eso sí, que hayan abierto tan pronto las hostilidades y que la cúpula judicial pretenda cortar de raíz lo declarado por Iglesias puntualizando que, "desde el más absoluto respeto al derecho de libertad de expresión, la Comisión Permanente considera imprescindible reafirmar que la actuación del Poder Judicial, institución esencial en toda sociedad democrática, persigue en todo momento el cumplimiento de la ley y la defensa de los derechos reconocidos a todos los ciudadanos españoles, fundamento de nuestro estado social y democrático de derecho". Unas palabras con un destinatario claro y que encontraron a última hora de la tarde respuesta de la Moncloa, que salió en defensa de su vicepresidente y cerrando filas.

El nombramiento de la nueva fiscal general del Estado en el primer Consejo de Ministros, la polémica exministra de Justicia Dolores Delgado, y las virulentas reacciones que hubo, ya fueron un primer signo de que la derecha y una parte importante de la izquierda española iba a responder a las primeras de cambio con agresividad. También, que fácilmente interpretaría que detrás de todo ello puede haber un intento por parte de Pedro Sánchez de desjudicializar el conflicto catalán y quién sabe si acabar reformando el Código Penal para modificar los delitos de rebelión y sedición y facilitar la salida de los presos políticos. Es una propuesta electoral de los comunes si llegaban al Gobierno, y a ello se acogerán los partidos independentistas, aunque no hay ninguna garantía de que haya agua en la piscina y el PSOE acabe validándola. En cualquier caso, falta tiempo y, además, la voluntad política con Sánchez nunca es segura.

Es fácil comparar la situación política actual con la que se vivió tras la moción de censura, y aquel espejismo duró muy pocas semanas. El independentismo viene, por tanto, de aquella experiencia que no es tan lejana. Si acaso, una cosa ha cambiado respecto a entonces: Sánchez tiene más enemigos que nunca, ha roto sus puentes con una parte significativa del establishment, el entorno del Rey emite incomodidad, cuando no enojo, y la cúpula judicial controlada por el PP y que no puede cambiar no le va a dejar pasar ni una. Eso, mientras la ministra de Defensa, Margarita Robles, tiene que cesar al Jefe de Estado Mayor de la Defensa (Jemad) y nombrar precipitadamente a un sustituto porque el dimisionario le había entregado al Rey un informe explosivo sobre las Fuerzas Armadas puenteando a la ministra.

Si curioso es que Sánchez cambie, como quien da la vuelta a un calcetín, aliados, discursos y compromisos, más sorprendente acaba siendo que se adentre en un terreno vedado hasta la fecha al poder político como es pretender reformar la justicia y desplazar la alta judicatura del peligroso lugar al que ha llevado el Estado español. Aquella que decía proteger la democracia y que no cesaba de actuar contra ella y quienes la defendían.