La decisión del president Pere Aragonès de excluir a la delegación de Junts per Catalunya de la denominada mesa de diálogo, negociación y acuerdo porque sus integrantes no son miembros del Govern ha abierto una crisis política de consecuencias aun difíciles de evaluar. Y más difícil aun de explicar, ya que ni los precedentes de la única cumbre celebrada hasta la fecha con Quim Torra aún de president, las especulaciones de verano sobre la presencia o no de Oriol Junqueras en la mesa y las idas y venidas de Pedro Sánchez sobre su asistencia a la reunión —no en los prolegómenos de la cita—de este miércoles en Barcelona, no hacían prever una crisis de esta naturaleza. 

Sea como sea, Aragonès se ha plantado, no acepta que sean Jordi Sànchez, Jordi Turull, Jordi Puigneró y Míriam Nogueras los representantes de Junts y quiere que los cuatro —no solo Puigneró— sean consellers de la Generalitat. En consecuencia, si Junts se mantiene firme en su posición, solo asistirán a la reunión miembros del PSOE y de Podemos, que son los dos partidos que conforman el Gobierno español, con sus seis ministros anunciados y tres consellers de Esquerra Republicana. Así están las espadas en la noche de este martes cuando cada uno mantiene sus posiciones y no se descarta una crisis aún mayor en las próximas horas o días.

En ningún sitio está escrito que en la delegación del Govern no pueda haber miembros que no pertenezcan al Ejecutivo. En su día ya defendí desde aquí que la delegación debería haber incluído a miembros de ERC y Junts pero también de la CUP y de las entidades soberanistas, la ANC i Òmnium. E incluso alguna personalidad relevante ajena a los partidos. 

Sea como sea, un gobierno de coalición siempre tiene sus más y sus menos. Solo hace falta mirar a Madrid para ver las diferencias abismales entre las posiciones del PSOE y Podemos la mayoría de las veces, pero, en cambio, son capaces de rehacer estrategias tras cada discrepancia. Bien es cierto que, en la capital española, los socialistas son la parte importante del Ejecutivo y la formación morada tiene una representación entre simbólica y minoritaria. En Catalunya no es así, ya que los dos partidos independentistas siguen peleándose por la hegemonía con tan solo un escaño de diferencia en las elecciones del pasado 14 de febrero y quizás de ahí el pulso permanente que mantienen mirándose de refilón en todo. La semana pasada era la ampliación del aeropuerto de Barcelona.

Habrá que ver después de la reunión de la mesa de diálogo de este miércoles qué queda del combate de judo que han protagonizado Esquerra y Junts y qué margen hay —también qué voluntad, mucho más importante— para desescalar el conflicto y qué afectación tiene sobre el Govern. Aragonès ha sido taxativo al situar el punto neurálgico en una falta de confianza y de lealtad con sus socios de Govern. Jordi Sànchez ha quitado el máximo hierro posible a las discrepancias y ha culpado a la Moncloa de haber vetado a sus representantes en un intento de no hurgar en el desencuentro y enfriar la tensión con el president de la Generalitat.

Hoy, si no hay novedades, la noticia será la reunión y la presencia de Pedro Sánchez en el Palau de la Generalitat. Quizás por unas horas, el contencioso entre Esquerra y Junts quedará aparcado y el foco estará puesto en la mesa y el documento que se pueda llegar a aprobar, como ya se hizo en la anterior y lejana reunión.