Por un jugoso artículo publicado este domingo en el diario The Telegraph acabamos de conocer nuevas noticias relacionadas con la corrupción de la familia real, con la salvedad que, en este caso, salpica directamente a los actuales Reyes, Felipe y Letizia. Según el diario británico, un empresario, el catalán Josep Cusí, íntimo del rey emérito y señalado en varias ocasiones como uno de sus testaferros, sufragó el 50% de su viaje de novios. El viaje en cuestión, que duró varios meses a través de tres continentes y del que ahora se cumplen 16 años, superó el medio millón de dólares y fue costeado a partes iguales por Cusí a través de la empresa Navilot y por Juan Carlos I. Dos preguntas iniciales: ¿en qué capítulo se anota un regalo de esta cantidad en los cánones de exigencia democrática y de transparencia de la Corona? ¿Es creíble que el rey emérito dedicara más de una anualidad de la manutención que recibía de los presupuestos generales del Estado a la luna de miel de su hijo si careciera de otros bienes?

En este jugoso viaje que ahora hemos sabido que se desarrolló por Jordania, Camboya, Fiji, California, México y Samoa, entre otros países, en cuya organización participó la princesa Corinna, los entonces príncipes utilizaron los nombres falsos de Mr. y Mrs. Smith para pagar habitaciones en hoteles de 7.000 dólares. Vale la pena acudir a la hemeroteca y uno se encuentra con informaciones que reflejaban que Felipe y Letizia habían ido a Cuenca y Albarracín antes de dirigirse a Zaragoza en su luna de miel y tan solo se apuntaba un viaje oficial a Jordania. Nada de un periplo por varios continentes.

Todo un dispendio de difícil explicación si se hubiera sabido en 2004 —dos meses antes había habido los sangrientos atentados del 11-M en Atocha y aún era evidente la gran conmoción en la sociedad española—, pero del todo injustificable en 2020 —la pandemia del coronavirus y la crisis económica— y después de todos los avatares de la monarquía española, salpicada por comisiones millonarias de las monarquías de Oriente Medio, cuentas en Suiza investigadas por la justicia de aquel país, regalos a amantes del rey emérito y un sinfín de escándalos que ha llevado a varios partidos a pedir una comisión parlamentaria en el Congreso de los Diputados y que ha sido vetada en la Mesa de la Cámara con una alianza del PSOE con Vox y PP.

Es evidente que no va a haber cambios con esta nueva revelación, ya que el deep state ha apostado por cerrar filas aun al precio de llevarse por delante la deteriorada imagen de España. Silencio y desinformación son los estándares de la comunicación oficial hoy en día. Les acompaña en este tortuoso camino la prensa de papel, que un día deberá preguntarse cómo es posible que todos los escándalos de corrupción que se van conociendo de la familia real española y de los dos reyes tengan su origen informativo en medios de comunicación del extranjero, normalmente británicos o suizos.

Que esta semana se haya anunciado un viaje de los reyes por España para conocer el alcance de la crisis económica suena, en estos momentos, a la búsqueda de una falsa normalidad. Las encuestas que se vienen publicando no hacen sino acentuar la caída de la popularidad de la monarquía en la sociedad española, con dos grandes agujeros: Catalunya y País Vasco. Y esto no va a cambiar, ya que la bola se ha hecho demasiado grande y las sociedades actuales no están por tapar la verdad.