Que la presentación de los presupuestos de la Generalitat en el Parlament de Catalunya acabe siendo una batalla en el seno del Govern tiene mucho de incomprensible, de patético y de final de legislatura. Pero si esta legislatura quiere resistir aún unos meses y no ser finiquitada ahora mismo, es necesario que los dos partidos, los dos, dejen de propinarse zancadillas y esperen un poco, ya que la campaña electoral aún está muy lejos. El último incidente a raíz de la presentación de los presupuestos tiene algo de quítate tú que me pongo yo. Aquí y en cualquier país, los presupuestos son presentados por el ministro de Economía. En Catalunya, así ha sucedido con los diferentes gobiernos que ha habido y que han sido de colores políticos muy diferentes. No he sabido recordar, ni tampoco encontrar, excepciones a esta norma no escrita, aunque tampoco descarto que alguna vez quizás se haya llegado a producir desde las primeras elecciones de 1980.

Es lógico que sea así, ya que el trabajo de elaboración de un presupuesto ―que, por otro lado, es la ley parlamentariamente hablando más importante que se acostumbra a aprobar― es ingente y para cualquier ministro de Economía es, en este contexto, un día importante. El hecho de que la Generalitat tenga prorrogados desde 2017 los que aprobó aquel ejercicio el Govern del president Puigdemont demuestra también la urgencia de unas nuevas cuentas. En Catalunya es el día del vicepresident y conseller d'Economia, Pere Aragonès, que, es junto a su equipo, el que ha cerrado con los comunes las cuentas públicas para 2020. La política también tiene unas normas y es bueno que se mantengan con la cortesía correspondiente. No tiene una explicación fácil que antes quiera intervenir el president Quim Torra, ya que fácilmente puede interpretarse como una actitud para rebajar a su vicepresident y ganar unos pocos titulares, como si no hubieran aprendido todos que cada vez más los titulares duran como mucho unas horas o unos minutos. Poco tiempo más.

Si en esta cuestión le asiste la razón a ERC para expresar su disgusto, al president Torra le ampara la autoridad para pedir al conseller Alfred Bosch que inicie los trámites para que el gobierno de Pedro Sánchez convoque la comisión bilateral Estado-Generalitat prevista en el Estatut. Puede ser una jugada traviesa, pero cada uno de sus miembros en el Govern tiene un rol que jugar y no puede haber un intercambio de papeles. Lo mismo sucede en la fecha de la convocatoria electoral, que es una facultad intransferible del president y ni es delegable ni tiene por qué acordarla con nadie.

No debe ser mucho pedir, aunque quizás sí en este duelo cainita por la hegemonía independentista, que la legislatura tenga un final ordenado y que el Govern de coalición acabe siendo eso, un Govern de coalición. No un Govern en discusión (permanente).