Por tercera vez en los últimos 18 meses Francia ha vuelto a ser objeto de un gran atentado terrorista. También por tercera vez, la elección no ha sido casual: en el primer caso, las libertades de opinión e información. El semanario parisino Charlie Hebdo simbolizaba en el país galo todo eso y 12 personas fallecieron en la redacción a manos de dos terroristas armados con rifles kalashnikov. Fue el primer despertar amargo de la sociedad francesa que de golpe descubría no únicamente la vulnerabilidad de su territorio, sino que eran ciudadanos franceses los causantes de la masacre. Lo viví en primera persona, aquellos meses de dolor, rabia, preguntas sin respuesta y, también, de crecimiento del Frente Nacional de Marine Le Pen que ya venía de ganar las elecciones europeas unos meses antes, en mayo del 2014. Fue el inicio de una pregunta que aún no ha encontrado respuesta: ¿cómo se combate una guerra internacional contra tus propios ciudadanos?

El segundo fue el atentado del pasado noviembre a la discoteca Bataclan, sumado a otros cinco ataques coordinados muchos de ellos restaurantes y bares. En total 120 muertos. Si el primero había sido un ataque a la manera occidental de entender la libertad de expresión, el de Bataclan también aparecía perfectamente definido: era contra las maneras de vida occidental. De alguna manera, contra la moral de Occidente, sus valores, su manera de divertirse, de disfrutar de la vida. Eso que una manera de entender el islam define como una sociedad sin valores (dicen sin apego a la religión). Fue la primera vez que el presidente francés dijo que su país estaba en guerra, copiando lo que había dicho en 2004 el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, tras el atentado a las Torres Gemelas de Nueva York.

El tercero, el de este jueves en Niza, ha sido contra la identidad nacional y la fecha escogida no es casualidad. El 14 de julio, la fiesta nacional francesa. Hay que estar un 14 de julio sobre todo en París pero también en cualquier otra ciudad para darse cuenta de lo que supone el 14 de julio para los franceses. También es para ellos el inicio de las vacaciones con la movilidad y el caos por las carreteras galas. Será importante retener esta secuencia de tres atentados para entender algo por donde van las cosas. Desde el atentado de la sala Bataclan estaba decretado en todo el país el estado de emergencia, que Hollande pensaba levantar una vez acabara el Tour de Francia. Esto ya no pasará.

Occidente no ha acertado hasta la fecha con sus respuestas a una nueva guerra que es global y que sólo con armas como hasta la fecha es muy difícil de combatir. También muy larga. Seguramente estamos pagando muchos errores de varias décadas y no sabemos, o no queremos saber, que ya hemos hecho tarde para encontrar una respuesta en el corto plazo. Y que también nada va a ir mejor en el futuro, en los próximos años. Habrá que empezar a pensar en políticas más coordinadas y en respuestas más imaginativas en las que la diplomacia tenga un papel preponderante o, al menos, equilibrador. Porque sólo con armas y con guerras no seremos capaces de volver a la casilla de salida.