Que la reunión de la denominada comisión bilateral entre el Estado y la Generalitat para abordar transferencias de poca monta haya sido un estrepitoso fracaso va a ocupar este viernes y sábado muy pocos titulares. El gobierno español tiene perfectamente cuadriculado cómo debe actuar con el gobierno catalán y el relato a explicar después de cada sesión de la comedia: las fotos de rigor entre gobiernos, un discurso grandilocuente exagerando hasta el infinito la nada, confrontar a Esquerra y Junts, que eso siempre gusta al personal, destacar la importancia "histórica" de sentarse en una mesa y volverse a Madrid, hasta la próxima cita, seguramente resaltando entre sonrisas en el AVE lo fácil que es dar largas a los catalanes. ¿Cómo se puede haber entrado en esta espiral con un gobierno necesitado en Madrid de los votos del independentismo catalán para sacar adelante todas las votaciones?

Vayamos por partes. La comisión bilateral ha acordado lo siguiente: un primer preacuerdo en relación a la gestión compartida del ingreso mínimo vital (que se solapa con la renta garantida de ciudadanía de que dispone Catalunya), se han asumido diferentes fincas forestales, se ha traspasado el Registro Civil de Barcelona y el equipamiento de la instalación meteorológica del Turó de l'Home ―que muy importante para el Estado no debe ser ya que hace varios años que no funciona― y se han creado tres ponencias técnicas sobre becas y ayudas escolares, otra sobre el traspaso de seguros escolares y una tercera sobre la valoración de los módulos judiciales, que afecta a la valoración del personal y del material técnico que actualmente se cuantifican con una normativa del año 1990. Nada más. Para eso, se han sentado en la mesa una ministra y varios consellers. Todo bastante esperpéntico y ridículo. Sobre todo, porque un año después del 14 de febrero, esta es la situación no sobre la independencia de Catalunya, sino sobre el desarrollo de lo que está escrito en el Estatut d'Autonomia.

Los grandes paquetes de traspasos han quedado pendientes para tiempos venideros. Repito: ¿qué debe pensar el gobierno español, quien con un acuerdo tan barato puede vender en España y en Europa que ha reanudado el diálogo con la insurgente Catalunya? Porque, obviamente, esta no es la mesa en que se tenía que abordar la resolución al conflicto político entre Catalunya y España y que en la agenda estaban la amnistía, el referéndum acordado y la autodeterminación. No, no: simplemente, el gobierno de Pedro Sánchez ha decidido unilateralmente sacársela de encima hasta quién sabe cuándo. También hubo una primera reunión, con foto incluida, y ningún acuerdo. 

La política catalana corre el riesgo de caer en la insignificancia si no corrige la actitud de menosprecio del gobierno español. De izquierdas, puede ser; pero soberbios e implacables después de concluir que con la concesión de los indultos se ponía punto y final a las demandas catalanas. Para Pedro Sánchez, los indultos han sido como el Pacto del Majestic para José María Aznar: hasta aquí y basta. Salir de esta espiral no debe ser, por lo que se ve, cosa fácil para este gobierno, pero va a tener que hacerlo más bien pronto que tarde. En el baloncesto, los entrenadores piden uno o varios tiempos muertos cuando las cosas no funcionan y necesitan cambiar su estrategia para revertir el resultado. El president Pere Aragonès haría bien, creo, en solicitar el primer tiempo muerto. Aún se está a tiempo de hacerle ver al gobierno de Pedro Sánchez que la comedia ha tocado a su fin.