El acuerdo alcanzado este martes en Bruselas, casi al alba y después de cinco maratonianas jornadas, por los jefes de Estado y de gobierno de la Unión Europea, es una luz de esperanza de que el proyecto europeo muerto del todo no está y, como suele suceder en este tipo de cumbres, en las explicaciones todos han salido ganando. España ha obtenido un acuerdo razonable, bastante por debajo de sus expectativas, aunque la cantidad de dinero que hay para repartir en los próximos años es tan importante que la inyección económica para proyectos específicos se notará y mucho. En síntesis, España cuenta que recibirá 72.000 millones en subsidios -o sea, una cantidad que no tendrá que devolver, aunque tampoco podrá gastarla en lo que quiera, nada es gratis- y 68.000 millones en créditos. El principal interrogante por despejar es si este dinero podrá ayudar a las empresas pequeñas o medianas que están en crisis o a punto de cerrar el negocio, o a los autónomos que ya han hecho números y no pueden seguir. Y, mucho me temo que va a ser que no.

El segundo punto es situar las cifras en el contexto actual ya que si no uno acaba perdiéndose con tantos miles de millones. A expensas de que se conozcan los datos de cuánto ha caído la economía española en el segundo semestre de este año, lo que si sabemos es que el primer trimestre fue del 5,2% y alrededor de unos 60.000 millones. Ojo: la afectación de la pandemia en aquel trimestre fue tan solo de una quincena ya que el estado de alarma no se decretó por el gobierno de Pedro Sánchez hasta el 17 de marzo. El Banco de España ha llegado a hacer previsiones de un descenso intertrimestral del 20% para el segundo trimestre, ya que incluye la totalidad de los meses del confinamiento. Y, por ahora, el final de la crisis económica no se vislumbra y el temor a la segunda ola de la pandemia está cada vez más presente con lo que comporta de miedo de la población, retraimiento del dinero circulante y aplazamiento de gastos no imprescindibles. Puesto todo esto encima de la mesa y viendo unas cifras y otras, el dinero europeo es importante pero queda muy lejos de llegar a las necesidades actuales. Y muchos menos de las futuras.

No tiene este artículo la pretensión de echar agua al vino al acuerdo de Bruselas ya que un gobierno diferente no hubiera conseguido tampoco que el resultado variara mucho: el liderazgo de los políticos españoles en Europa es prácticamente inexistente. Tan solo hacía falta ver a Pedro Sánchez durante estos días de la cumbre y su posición en las reuniones que se celebraban pero otro tanto pasa con Pablo Casado cuando está presente en reuniones internacionales. En este contexto, ver al gobierno español recibir a Pedro Sánchez con aplausos en la Moncloa antes del Consejo de Ministros forma parte más de los juegos malabares de su estratega Ivan Redondo por sedimentar un discurso que de la realidad.

Por delante tiene Sánchez el temor a un rescate cuando las cosas se pongan aún más feas y un cierto derecho a veto de los países frugales en función de como se gasten las ayudas. Es cierto que habrá un ejercicio de mayorías y minorías para bloquear las ayudas pero nunca es agradable acabar señalado y la espada de Damocles siempre existirá.