En Catalunya, los acuerdos del Govern no suelen ser rápidos y además acostumbran a tener su momento de teatralidad y dramatismo. Pese al deseo expresado por Pere Aragonés la misma noche electoral -como presidenciable de la fuerza política que tiene todos los números para liderar el Govern-, las conversaciones y negociaciones mantenidas hasta la fecha no apuntan a un guión diferente.

Pese a todo, algunas cosas sí se han ido despejando a lo largo de esta semana. El PSC será la primera fuerza de la oposición, pese a su victoria el 14-F. ¿Quiere decir eso que no tiene juego en las próximas semanas? Sólo el que le permita Esquerra, que se ha cansado de repetir que los votos socialistas no entrarán, ni por activa ni por pasiva, en ninguna de sus ecuaciones para formar mayorías.

El segundo partido que ha ido aclarando su papel en la próxima legislatura es la CUP. Sus votos son necesarios para un gobierno independentista de Esquerra y Junts, y públicamente se reservan su última decisión al secretariado que celebrarán esta semana. A estas alturas, nadie contempla que la CUP se implique en la gobernanza y su papel se limitará a validar la investidura si sus votos son necesarios. Como hicieron con Puigdemont y con Torra, será probablemente en la segunda votación de investidura, cuando solo es necesario que se abstengan, mientras que en la primera deberían votar afirmativamente.

Quedan, por tanto, tres partidos vivos para las próximas semanas, en las que Esquerra seguirá intentando formar un Govern con Junts y En Comú Podem, siguiendo el modelo de, por ejemplo, Lleida. Los comunes repudian la posibilidad de que esa coalición pueda trasladarse a Catalunya, pero los republicanos seguirán insistiendo en línea con su lema de campaña "Via Amplia". No parece, sin embargo, que puedan tener éxito Junqueras y Aragonés, ya que ni Colau ni Albiach han abierto hasta la fecha una mínima vía de optimismo a los republicanos.

Queda el acuerdo entre ERC y Junts, la opción aritméticamente más fácil y políticamente más compleja después de los desencuentros de los últimos tiempos. La única reunión celebrada hasta la fecha, el pasado viernes, envió un mensaje que rebajó la tensión y abrió la vía a la negociación de verdad que deberá ser pareja a la de la presidencia del Parlament para que tenga recorrido. La discreción que mantienen ambas partes podría significar que, después de la espuma inicial, ambas partes han comprendido que no hay otra opción para presentar al 51,7% que ha votado a las diferentes formaciones independentistas. Pero si es así, aún no lo sabemos. Harán falta más pruebas para llegar a esa conclusión.