La derrota del Futbol Club Barcelona frente al Vila-real este sábado en el Estadi Lluís Companys por tres goles a cinco supone mucho más que perder un partido. En la práctica, supone cerrar de la peor manera posible una semana, tras caer eliminado el pasado miércoles de la Copa, y situarse a diez puntos de la cabeza del campeonato de liga que encabeza el Real Madrid. Por decirlo de una manera cristalina: la temporada igual se ha acabado este sábado y trabajo tendrá el club blaugrana para clasificarse para la Champions del próximo año, que ese tendría que ser el objetivo a día de hoy.

Es cierto que el fútbol es un estado de ánimo y que nunca nada está escrito de antemano. Pero lo cierto es que en dos semanas ha perdido un título —la Supercopa en Arabia Saudí— y cayó el miércoles con el Athletic de Bilbao en San Mamés por (4-2). Hasta este sábado podía agarrarse a la liga, pese al mal juego de toda la temporada, pero diez puntos empiezan a ser muchos. Y soñar con la Champions en estos momentos es algo irreal. En el margen de una semana, el Barça se ha enfrentado a Betis, Bilbao y Vila-real y ha encajado once goles.

Si a eso le sumamos el partido de la Supercopa en que el equipo de Ancelotti le endosó el pasado 14 de enero un 4-1, el número de goles recibidos en estos cuatro partidos es impresionante: 15 goles. En lo que llevamos de liga, 21 jornadas, ha encajado 43 goles, más de dos por partido y es el octavo equipo de la competición que ha encajado más goles, solo superado por el Osasuna, Vila-real, Celta, Sevilla, Cádiz, Granada y Almería. Si esos son los números, el juego está a la par, incluso peor. Con jugadores más que notables en la plantilla y con una gran inversión económica, el equipo parece no jugar a nada y carecer de estrategia, tiene lagunas en muchos momentos del partido por falta de concentración y casi todos los jugadores parecen bastante peores de lo que en realidad son. Esa es, lamentablemente, la situación actual.

El equipo necesita romper esta dinámica y los antídotos utilizados hasta la fecha parecen no funcionar. El hecho de que todo esto acontezca en un momento en que la crisis económica de la entidad es enormemente grave tampoco ayuda a adoptar una solución. Y que un jugador que es, sin duda, una leyenda y una grandísima persona esté en el banquillo es una complicación más. Xavi Hernández no se cansa de repetir que se ve capaz de darle la vuelta a la situación, pero cada vez los resultados son peores y la situación deportiva no hace más que deteriorarse. Si no se endereza, el problema acabará siendo también institucional. Por eso, Laporta y Xavi están obligados a taponar esta vía de agua lo antes posible.