La presencia de Felipe VI en Catar para asistir a un partido clasificatorio de la fase de grupos —veremos qué sucede en las siguientes eliminatorias— es uno de aquellos episodios que no hacen sino demostrar la enorme distancia existente entre la monarquía española y la realidad. De los otros cinco países con monarquía reinante, sus jefes de Estado han declinado personarse en Catar por la polémica desatada por la violación de derechos humanos en el emirato y la muerte de muchos trabajadores en la construcción de los estadios de fútbol.

Acudirá Felipe VI, que mantiene con las monarquías del golfo Pérsico una relación singular, como hemos podido seguir a través de los casos de corrupción que han afectado al rey emérito. Su hijo estará hoy en Doha, ciudad en la que debutará el combinado español en su inicio de campeonato frente a Costa Rica. Los países con monarquías reinantes y presentes en Catar (o sea Reino Unido, Gales, Países Bajos, Bélgica y Dinamarca) han optado por la prudencia y no estarán en esta primera fase ni Carlos, ni Guillermo Alejandro, ni Felipe, ni Margarita, los cuatro responsables de las respectivas casas reales.

¿Por qué no ha hecho Felipe VI lo mismo? ¿No tiene nada a decir el gobierno de Pedro Sánchez habida cuenta de que no es una visita privada? Es peor aún: ha dicho lo que le ha parecido y la ministra portavoz del Gobierno, Isabel Rodríguez, ha avalado el viaje como una manera para hacer evidente su apoyo a la selección española. La otra parte del Ejecutivo español, la que conforma Unidas Podemos, ha criticado la celebración del mundial de fútbol en Catar, pero ha evitado entrar en el viaje de Felipe VI a Doha. Una manera como otra de pasar de puntillas e intentar salir de alguno de los charcos en que se encuentra la formación morada con la enconada batalla entre Pablo Iglesias y Yolanda Díaz.

Es cierto que si alguna cosa hay en este mundial de Catar, además de sorpresas en el terreno de juego —ahí está la impensable derrota de la Argentina de Leo Messi frente a Arabia Saudita— es una cantidad ingente de cinismo. Protestas con la boca pequeña, ya que nadie desea enfadarse más de la cuenta con unos países que tienen ingentes cantidades de dinero y, por eso, acabaron llevándose a su país el mundial de fútbol, cambiando las fechas de celebración de julio a noviembre y paralizando todas las ligas del planeta. Eso solo se hace con dinero, con mucho dinero. Y a partir de aquí, el emir Tamin bin Hamad Al Thani, una de las personas más poderosas de Oriente Medio y con una fortuna familiar que supera los 450.000 millones de dólares, hace lo que quiere y los derechos humanos quedan para otra ocasión o para mejor ocasión.