Por segunda vez en muy pocos meses —la primera fue en las españolas del pasado mes de julio— el Partido Popular llega a las elecciones de este domingo arrastrándose, después de una pésima campaña y habiendo dejado por el camino el aura de ganador imbatible en Galicia. Veremos qué depararán las urnas a partir de las 20 horas y si ha sobrevivido a sus propios errores, que los ha encadenado día a día con goles continuos en propia puerta, en una sucesión de desaciertos solo comparable a la defensa del Barça de esta temporada.

El hecho de que el Partido Popular haya ganado por mayoría absoluta las cuatro últimas elecciones autonómicas en Galicia y desde 1989 solo en una ocasión, en las que se celebraron el año 2005, se haya quedado un escaño por debajo de los 38 necesarios para gobernar en solitario obliga a ser enormemente cauto respecto a las expectativas de las otras dos formaciones políticas con opciones reales de obtener escaños, el BNG y el PSdeG. Como suele suceder en algunas ocasiones, y este es uno de ellos, el resultado va a tener consecuencias más allá de Galicia.

Va a ser decisivo para Alberto Núñez Feijóo, que es quien más se juega en estas elecciones. Solo una victoria por mayoría absoluta le devolverá la tranquilidad que necesita para que su sillón de la calle Génova no peligre. En cambio, un resultado adverso hará volver todos los fantasmas a la formación conservadora y en el clima enrarecido de estas últimas semanas su continuidad estaría en entredicho. El aliento de la lideresa de la comunidad de Madrid en el cogote, unido a la presión mediática y empresarial, le acercaría al abismo. El cainita mundo de la derecha no deja mucho margen para vislumbrar otro final a la carrera política del gallego.

 El PP llega a las elecciones de este domingo arrastrándose, después de una pésima campaña y habiendo dejado por el camino el aura de ganador imbatible en Galicia

Aunque hábilmente Pedro Sánchez ha sabido colocar el balón en el terreno de juego de los populares, el PSOE, obviamente, también se juega mucho. Si no la vida —porque es imposible saber cuántas tiene el presidente del Gobierno—, sí situar el foco mediático en los populares, algo que no sucedería si fueran capaces de revalidar la absoluta. Porque lo que es seguro es que los socialistas se estrellarán en las urnas y serán terceros en las elecciones y a mucha distancia del segundo, el BNG. Se confirmaría así que el PSOE ha dejado de ser el gran partido capaz de ganar por sí solo unas elecciones en España y que sus únicas opciones es conformando un bloque de formaciones políticas que sea capaz de plantar cara a la derecha.

Porque el modelo Sánchez cada vez se basa más en que no sea capaz el PP de articular mayorías de gobierno en que el PSOE alcance los resultados de antaño y pueda gobernar en solitario. Ahora, se conforma —y no es poco— con gobernar España y que sus socios gobiernen las autonomías. Extender el modelo del País Vasco, con partidos locales propios y los socialistas aspirando a hacer de bisagra.