El romance entre Pedro Sánchez e Inés Arrimadas para sacar adelante los presupuestos generales del gobierno, los primeros que presentará en las Cortes el flamante ejecutivo de izquierdas, parece que no es del agrado de la formación de Pablo Iglesias. Después de semanas de escarceos entre el PSOE y Ciudadanos parece que Podemos ha decidido dar un golpe encima de la mesa y lanzar un órdago a los socialistas: con ellos que no cuenten para sacar adelante las cuentas si no se aparcan las conversaciones con el partido de Arrimadas y se vuelve a la mayoría parlamentaria que propició la moción de censura a Rajoy o la investidura de Pedro Sánchez.

Si es un farol o un envite en toda la regla lo sabremos en las próximas semanas. En cualquier caso, es el primer movimiento que remarca un cierto perfil político de la formación morada, claramente desplazada de los centros de decisión relevantes del gobierno, con un papel muy subsidiario en el ejecutivo y siempre dependiente de la decisión que acaba imponiendo el PSOE. Y aunque este gobierno, que se autodefine como el más de izquierdas de la historia de España, no ha contado con Podemos, por ejemplo, ni para cerrar el acuerdo con Europa, ni para la coordinación del inicio de curso escolar, ni para la gestión de la pandemia y los morados han callado. Ahora parece que esta situación toca a su fin.

Dudo mucho de que Sánchez, que se ha aclimatado magníficamente a las exigencias del deep state y que siempre vio a Podemos como un problema, esté temblando con la advertencia de Podemos. Es más, sospecho que hace tiempo que el presidente del gobierno ha concluido que la experiencia del gobierno con Pablo Iglesias y sus muchachos puede tener fecha de caducidad si se ponen muy pesados y quieren algo más que unas sillas en el Consejo de Ministros y unas decenas de asesores. No le molesta tenerlos en una posición política irrelevante, pero otra cosa es que quieran tomar decisiones.

La crisis económica, los rebrotes del coronavirus y las presiones europeas —atención al papel de la vicepresidenta económica Nadia Calviño— van sembrando el terreno para que el romance entre Sánchez y Arrimadas no sea una cosa pasajera. Y ahí está el PP de Pablo Casado, con ese nada nuevo y hueco retorno al centro, y los barones territoriales abiertos a dar oxígeno a Sánchez si rompe con Podemos. Pablo Iglesias haría bien en medir sus fuerzas y mirar si tiene terreno firme. Porque las convicciones del inquilino de la Moncloa son de sobras conocidas.