El último indicador conocido del semestre, el que hace referencia a la producción industrial, retiene para Catalunya la primera posición con el 23,1% de la producción española, más que doblando a la de la segunda comunidad, Andalucía, y triplicando a Madrid. Con estos datos, que se unen a inversiones importantes de multinacionales conocidas recientemente como la de Amazon en el Baix Llobregat, proyectos estratégicos como el nuevo BCN World en las comarcas de Tarragona, el liderazgo en las exportaciones, en la creación de sociedades o, un año más, la primera economía de España, en contra de muchos pronósticos negativos, demuestran una vez más la solidez económica del país. Todo ello, pese a que su desarrollo está muy condicionado (en negativo) a una financiación autonómica injusta, una inversión estatal en infraestructuras escandalosamente baja y un socio parlamentario del Govern, como la CUP, que hizo inviable hace unas semanas la aprobación de los presupuestos de 2016.

En medio de este marco de dificultades, la economía catalana ha vuelto a demostrar dinamismo, empuje y capacidad de adaptación. También ha hecho saltar por los aires los discursos tremendistas sobre la influencia del proceso independentista en las inversiones y la capacidad productiva. Tanto es así que quienes propagaban aquella llegada de las cuatro plagas han mutado al discurso contrario ante la evidencia de los datos económicos. Así, sostienen ahora que los datos no son más que la prueba de que las empresas extranjeras invierten tranquilamente en Catalunya porque ha desaparecido el riesgo de la independencia.

Esta solidez económica de Catalunya contra viento y marea resiste la cancioncilla de quien siempre quiere atribuir la mejora a factores ambientales. El último, el incombustible Jaime Malet, presidente de la Cámara de Comercio de EE.UU. en España desde 2002, y persona vinculada al Partido Popular. También aspirante in pectore desde hace un cierto tiempo a formar parte de un futuro gobierno de centroderecha en España. Pues bien, Malet ha sostenido que la inversión de Amazon se ha debido a las privilegiadas infraestructuras de Barcelona, lo que ha provocado la certera réplica del economista Xavier Sala i Martín señalando que cuando se producen inversiones es gracias a la geografía privilegiada y cuando se van es culpa del soberanismo. Pues eso.