Siempre hay una noticia que nos impacta más que las demás por su extrema crueldad, por una gran desgracia o simplemente porque identificamos que el suceso nos podría haber ocurrido a nosotros, a alguien de nuestra familia o a algún conocido. Porque, al final, la mala suerte, el azar, a veces se viste de tragedia y en un segundo, o menos incluso, en una décima de segundo, la vida puede dar un vuelco y cambiar todo de arriba a abajo. Ha sucedido en Borges del Camp (Baix Camp), un pequeño municipio de unos 2.000 habitantes, pero hubiera podido ocurrir en tantas otras estaciones ferroviarias. Un adolescente de 15 años que volvía a Barcelona junto a un grupo de amigos después de unos días de colonias se encaramó en un segundo tren de mercancías, que estaba parado en una vía, tocó la catenaria y sufrió una fuerte descarga eléctrica. Murió casi en el acto.

Así, sin más. No sabemos como pudo ocurrir. La muerte se llevará los recuerdos de unas colonias junto con toda una vida aún por vivir de un adolescente que volvía de un inofensivo viaje, y solo quedará la tragedia de una familia rota por la desgracia. Tampoco sabemos por qué volvían cinco adolescentes en tren y dónde estaban los tutores de estos días vacacionales, o si había más jóvenes en estas colonias y cómo habrían vuelto a Barcelona. Solo sabemos que se encaramó al vagón de mercancías y tocó la línea de alimentación que transmite energía eléctrica a las locomotoras. Minutos antes de que esto sucediera, dicen, algún adulto dejó a los cinco adolescentes en la estación de Borges del Camp.

Y, de nuevo, aparece la duda sobre la seguridad en las instalaciones ferroviarias, sobre lo que se habría podido hacer y no se hizo para que las estaciones de tantos y tantos pueblos no sean hoy el desierto más absoluto ante la progresiva pérdida de lo que eran los jefes de estación, que gobernaban con autoridad aquel peligroso espacio que son las vías del tren. Parece que aquello que se denomina, de una manera grandilocuente, "gestores ferroviarios" no están para estos detalles y les aprieta la cuenta de explotación. Y la vida de este joven poco sabe de todo esto. Cometió un error pero el precio pagado provoca demasiados escalofríos.