Se atribuye a los bandoleros que asaltaban los caminos de Sierra Morena que unían la Meseta con Andalucía la tantas veces repetida frase ¡La bolsa o la vida! que, en manos de aquellos delincuentes, solo quería decir una cosa, que había que entregarlo todo para salvar la vida. O para intentarlo, ya que, al final, si uno daba la vida, también perdía la bolsa. La expresión ha saltado los años y se sigue utilizando muy profusamente entre la ciudadanía cuando uno tiene que pronunciarse de manera contundente respecto a una u otra opción a escoger, siempre como un planteamiento antagónico.

La vicepresidenta y ministra de Economía y Empresa, Nadia Calviño, quien sabe si estaba pensando en ello este lunes cuando, tajantemente, descartó el paro total de actividades que piden varias autonomías, empezando por Catalunya, y el confinamiento total de su población, asegurando que la economía ya estaba suficientemente ralentizada. Calviño, funcionaria de las instituciones europeas, fue directora general de Presupuestos de la Comisión Europea y en base a este currículum fue llamada para el cargo por Pedro Sánchez. Una euroburócrata al frente de Economía debería ser suficiente, seguro que pensó en su día el presidente del Gobierno.

Quizás la ortodoxia comunitaria era suficiente antes del coronavirus -aunque lo dudo-  pero es evidente que la magia de los titulares de 200.000 millones sin dinero contante y sonante ya no aguanta mucho tiempo más. No se trata de ¡La bolsa o la vida!  sino de ¡La bolsa y la vida!, empezando por preservar sobre todo ahora lo segundo para abordar después lo primero. La cancillera Merkel tuvo el coraje de decir a los alemanes que la salida de la crisis sería para su país el mayor desafío desde la Segunda Guerra Mundial. La simple comparación debería dar una idea de la dimensión de la crisis del coronavirus.

Sacrificar personas en lugares de trabajo no esenciales no ayuda a erradicar el virus ni a luchar contra él. Tampoco debería ser el camino de un gobierno que predica ser de izquierdas, ni controponer la economía a la salud. Hay que parar la producción y aplicar un plan inmediato de ayuda económica a la gente mediante una renta básica a los que hayan perdido el empleo, suspender el pago de alquileres y, lo que es más importante, aplazar cualquier tipo de pago a hacienda. Si Hacienda somos todos que, por una vez, sea verdad.