Dicen en Madrid, poniendo una de aquellas expresiones con la que vienen a querer decir que deberían entenderlo, que la moción de censura del excomunista reconvertido a candidato de Vox, Ramón Tamames, hará inevitable que la atención del Gobierno esté puesta en el Congreso de los Diputados y no en la delegación del Parlamento Europeo, que se desplazará a Madrid lunes y martes, y abordará las denuncias del espionaje del programa Pegasus. Ningún ministro ha encontrado tiempo en su agenda para reunirse con los eurodiputados y acabará despachando a tan ilustre delegación un político de segundo nivel, que es una manera como otra de pasar de las protestas del independentismo catalán y no de una manera discreta sino con la mano abierta en toda la cara. Con una respuesta mucho más amable, pero con un resultado idéntico, harán como Hungría, que dijo desde el primer momento que no cooperaría y que no aceptaba la investigación del espionaje con el programa israelí.

Con ello, el Gobierno español se sale con la suya y el Parlamento Europeo, la verdad, transmite una sensación de pobreza política, ya que acepta un nivel de humillación realmente alto sin mover músculo. Porque si de lo que se trata es de que solo los independentistas catalanes comparezcan para quejarse del espionaje sufrido, el Gobierno español y por extensión PP, Cs y Vox han ganado esta partida. No se trataba de conocer de primera mano el parecer de algunos de los espiados que aparecen en el informe elaborado por el laboratorio Citizen Lab, de la Universidad de Toronto, que poco más tienen a aportar a la denuncia formulada, sino de que el Gobierno español diera las explicaciones que aún no ha dado.

O, al menos, que los eurodiputados abandonaran Madrid con la extraña sensación que se tiene en estos casos: no nos han dicho la verdad. Que serviría, además, para reforzar el informe preliminar que elaboraron en el que ya señalaban al Gobierno español como responsable del Catalangate y denunciaban la falta de información del ejecutivo español a la hora de poder realizar su investigación. Pues para muestra un botón: se desplazan a Madrid prácticamente para nada, ya que se les dará oficialmente esquinazo, más allá de departir con algunos catalanes. No quedará otra que situar en el foco la vergüenza para España que la comisión del Europarlamento haya incluido Madrid, en la lista de países como Israel, Polonia, Grecia, Chipre y Hungría en un tema tan grave.

Tamames tiene así todos los focos españoles para la moción de censura y el circo que se ha montado alrededor suyo entre Abascal, Sánchez Dragó y la prensa ultra de Madrid. Pocas veces un espectáculo tan pobre y rozando el esperpento había tenido tantos focos encima. No llevará a ningún sitio, ya que el candidato no es otra cosa que un vehículo para la propaganda de Vox durante dos días. Cuando lo mejor hubiera sido responder a esta situación tan grotesca del nonagenario Tamames utilizado por Abascal de la manera que se merecería la situación: con el desprecio más absoluto del silencio. El circo montado no se merece otra cosa.