El partido que ha ocupado durante décadas el centro político en Catalunya ha dado un triple salto mortal del que se desconoce en estos momentos con precisión cómo saldrá de la pirueta: muy malherido, simplemente lastimado o entre aplausos. Este lunes, el comité ejecutivo del partido decidió trasladar a los militantes, en una pregunta binaria y clara, la decisión a tomar sobre el futuro de Convergència: ¿tiene que refundarse la formación política creada en 1974 o ha de dar paso a una nueva organización? El referéndum, una especie de supersábado, será en mayo, siempre que el calendario de unas nuevas elecciones generales en España no lo alteren.

Después de varios meses de aparentes balbuceos y de una enorme resistencia en algunas estructuras del partido, también en muchos dirigentes veteranos del aparato y de la organización que se resisten por diferentes motivos a cambios radicales, todo apunta a que Artur Mas llegará al final del camino que se había trazado desde que abandonó la presidencia de la Generalitat el pasado mes de enero, aunque sea a través de una ruta diferente a la inicialmente prevista. En este nuevo esquema, jugarán un papel importante el numeroso equipo de alcaldes, que garantizan el poder territorial y que muy mayoritariamente están a favor de la fundación de una nueva fuerza política.

La decisión de trasladar la decisión a la militancia a partir de una votación en urna guarda cierta semejanza con la que se produjo en Francia cuando se abordó el pasado año el proceso de transformación de la UMP en la actual de Les Républicans, la formación política que lidera Sarkozy. Aunque lo más morboso será, sin ningún género de dudas, qué sucede con la actual CDC, es evidente que el nombre por sí solo no dará alas a un proyecto político hoy alicaído y que interesa poco fuera de las cuatro paredes de la organización y de su bolsa electoral más fiel.

Lo más importante será comprobar si es factible la capacidad de regeneración ideológica y de reconectar con los amplios sectores de clases medias que no se identifican con el proyecto descafeinado de CDC aunque, por paradójico que pudiera parecer, sí que apoyan su apuesta independentista. La cuadratura del círculo de un partido nuevo y un proyecto nuevo tendría que ser el gran reto de una opción nueva para el centro soberanista catalán.