A medida que van transcurriendo los días y ya con un gobierno monocolor en Catalunya, Esquerra Republicana va enseñando sus cartas, que básicamente son tres. La primera, el partido continúa siendo de matriz independentista, pero se impone el pragmatismo político para intentar crecer fuera de este espacio ideológico. Oriol Junqueras ha desembarcado a fondo copiando la fórmula de la casa gran de Artur Mas con la que Convergència incorporó en 2010 a consellers como Ferran Mascarell, procedente del PSC, o anteriormente Jordi Pujol había absorbido en los años 80 y 90 desde un Anton Cañellas, procedente de Centristes, a Antoni Fernández Teixidó, del CDS.

Junqueras ha hecho también su propuesta de casa gran incorporando a Quim Nadal, Carles Campuzano y Gemma Ubasart. Un exsocialista, un exconvergente y una exdirigente de Podemos. Uno de cada frontera electoral que tiene Esquerra. Aquella operación política de casa gran de Artur Mas tuvo un recorrido limitado, ya que lo que realmente le funcionó electoralmente fue la pésima gestión del tripartito de izquierdas entre 2003 y 2010, que le dejó una verdadera autopista después de que al frente de la Generalitat estuvieran PSC, ERC e ICV. Es obvio que Junqueras ha clonado aquella idea.

La segunda carta tiene que ver con los presupuestos de la Generalitat. Con el paso de los días se ha ido rebajando el tono con el PSC y también con los comunes. Las cuentas públicas solo pueden salir con los socialistas y la idea de una prórroga que se esbozó inicialmente tiene dos inconvenientes importantes: obliga a jugar con un presupuesto restringido en un año con elecciones municipales y traslada una idea de debilidad extrema del Govern, que se acrecienta al tener tan solo el apoyo de 33 diputados de 135. Jéssica Albiach ha pasado de decir que este era un Govern que nacía muerto a reunirse con Aragonès para llegar a acuerdos, y Salvador Illa ya ha establecido sus condiciones, que son básicamente no ser exclusivamente un invitado sino estar desde el principio como organizadores del almuerzo. El PSC acude en su auxilio si se lleva una parte grande del protagonismo.

La tercera y última carta que han mostrado tiene que ver con la idea de ganar tiempo. Primero fue la mesa de diálogo, que de nada ha servido más allá de ocupar miles de informaciones y artículos de opinión. Todo el mundo sabe que morirá de la misma manera que se creó, sin ningún acuerdo en un referéndum y la amnistía. Ahora se ha incorporado al debate político y mediático el acuerdo de claridad con el Estado y el Gobierno para acordar un nuevo referéndum, que el president Pere Aragonès propuso solemnemente en el Parlament el pasado septiembre en el debate de Política General. Ningún partido ha comprado la propuesta ni en Catalunya ni en España, lo que sería un motivo más que suficiente para enterrarla. Pero no va a pasar. Frente a la aritmética de 33 diputados, mirada larga que permita sortear los problemas políticos más inmediatos y las votaciones en el Parlament.