Este domingo faltarán cinco semanas para las elecciones municipales el 28 de mayo, que en Catalunya vendrán muy marcadas por los resultados de la ciudad de Barcelona y los pactos para gobernar la capital catalana que se puedan realizar. De los doce comicios celebrados desde las primeras elecciones locales, en 1979, destacaría tres en importancia por encima de los demás: las elecciones de 1979, ganadas por el PSC y el dueto Narcís Serra-Pasqual Maragall. Aquella primera victoria marcaría el rumbo político de la capital catalana durante 32 años de hegemonía socialista ininterrumpida en la que también fueron alcaldes Joan Clos y Jordi Hereu.

El PSC resistió en la fortaleza del lado mar de la plaza de Sant Jaume hasta 2011, cuando Xavier Trias alcanzó la victoria, cerró un ciclo y los comicios acabaron siendo los más trascendentes desde 1979. Para aquella victoria de Trias se dieron tres condiciones: la constancia, ya que aguantó como concejal en la oposición tras las derrotas electorales de 2003 y 2007. En segundo lugar, estar en el sitio adecuado en el momento oportuno. La pérdida de empuje socialista había dejado en bandeja el relevo a Trias, ya que era obvio que la ciudad necesitaba un cambio. Y, en tercer lugar, ser el candidato de una mezcla entre la ilusión, las clases medias, los comerciantes y los profesionales liberales y también ser un entusiasta del diálogo y el consenso.

Sin lo que pasó en 2015, Trias aún sería alcalde, pero la ola de fake news para desprestigiarle en el marco de la burda campaña contra el independentismo, unido a errores propios como los recortes del gobierno de Artur Mas, le apartaron del cargo de primer edil y abrieron la puerta a dos mandatos consecutivos de Ada Colau. Serán las de este mes de mayo las terceras, tras 1979 y 2011, que serán más que unas elecciones, ya que como en aquellas dos ocasiones está en juego no una victoria de un partido u otro sino un modelo de ciudad que es, en definitiva, lo que más puede interesar a los ciudadanos.

Aquí, hay que reconocer que Trias y Colau han jugado para sus intereses muy bien sus cartas. El primero necesita presentarse como una opción que nunca pactará con la alcaldesa, una idea fuerza en una ciudad con tantos sectores enfadados. Y, en cambio, Colau juega en el bando contrario, donde ha reunido la izquierda más dogmática y la tupida red clientelar que ha organizado en estos ocho años. Esta bipolaridad no ayuda a Jaume Collboni y a Ernest Maragall, aunque el primero dispone de un acompañante siempre importante en unas elecciones como es el PSOE cuando tiene el gobierno de España. En este caso, con Pedro Sánchez.

En la campaña de Maragall parece notarse estas últimas horas un cambio de estrategia en su discurso, alejándose por primera vez de Colau y asegurando que Esquerra no la haría alcaldesa si necesitaba sus votos. Veremos si es flor de un día o, por el contrario, algo más profundo para intentar abarcar votos que hasta la fecha se le habían resistido. En cualquier caso, cinco semanas es mucho tiempo en un mundo electoral tan volátil como el actual. Ahora conocemos tendencias, comportamientos de grandes bolsas de votantes, pero aún nos falta descifrar en qué se traduce este porcentaje tan alto de barceloneses que entre el 70% y el 80% quieren un cambio. Una cifra que nunca se había dado ante unas elecciones.