Una de las grandes tragedias de España es que vive más cómoda en la mentira que en la verdad. La derecha hace años que está instalada en este bucle, del que no consigue salir, veinte años después de la masacre del 11-M en Madrid. Aquellas trágicas jornadas, que van desde el 11 de marzo hasta el 14, día de las elecciones, forman parte de una de las grandes mentiras practicadas por un gobierno contemporáneo, que fue capaz de aprovecharse de un atentado terrorista para tratar de orientar una jornada electoral. La victoria de José Luis Rodríguez Zapatero fue un punto de inflexión obligado en medio de la atmósfera irrespirable de aquellos días. El cálculo electoral del PP de que si no era ETA, perdían las elecciones, llevó al gobierno de José María Aznar a un ejercicio de manipulación informativa a medida que se descartaba que detrás de la masacre estuviera la banda terrorista ETA y la autoría era exclusiva del yihadismo islámico.

Han pasado 20 años desde entonces, pero, en muchos aspectos, parece haber pasado mucho menos tiempo. Cuando este lunes la Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales (FAES), el think-tank de Aznar para lanzar mensajes políticos, ha hecho público un comunicado defendiendo aquel gobierno del PP e insistiendo en que no le constaban las evidencias que se le reprocha ocultar, está mintiendo. También cuando dice que nunca, jamás, llegó a manos del Gobierno ningún documento oficial que descartase definitivamente la autoría etarra y afirmara sin titubeos la responsabilidad yihadista. Años después podemos decir que sabemos mucho de lo que son documentos oficiales y que si realmente no llegaron a su mesa es, simple y llanamente, porque se debió ordenar que la comunicación fuera fundamentalmente verbal.

Dice la FAES que se está queriendo imputar al gobierno de Aznar y, por extensión, al PP, la responsabilidad por haber mentido deliberadamente tras la masacre del 11-M. Y tiene razón en pensarlo, el PP mintió. Quizás no en las primeras horas de la mañana del 11 de marzo, cuando la información era ciertamente difusa en aquellos momentos, ya que pesaba más el impacto de la noticia que la información que había. Pero hacia el mediodía, los que vivimos aquella luctuosa jornada desde puestos de responsabilidad informativa sabemos que la posibilidad de que fuera ETA se desvanecía con celeridad inaudita con el paso de las horas. El jueves por la tarde, en una conversación con el periodista israelí Henrique Cymerman, los servicios del Mossad le habían dado información valiosa que dejaba una única línea de investigación: el terrorismo islámico.

La derecha española no ha querido pasar página y ha preferido instalarse en la mentira dos décadas después

Sorprende que 20 años después la FAES, lejos de rectificar y reconocer el error cometido, siga negándose a aceptar la verdad. Fue aquello el primer gran bulo global de la época moderna, ya que nadie podía pensar que Aznar y su gobierno estaban mintiendo. Tanto fue así que incluso la ONU condenó al mediodía aquel atentado de ETA, y el lehendakari Ibarretxe, presionado por el gobierno de Aznar, también condenó el atentado de la banda terrorista vasca, cuando Otegi, por ejemplo, ya había descartado que la autoría fuera de ETA. El Gobierno mintió y empujó a muchos a mentir, también a muchos medios de comunicación. La derecha española no ha querido pasar página y ha preferido instalarse en la mentira dos décadas después. Y de paso, criticar la amnistía como una medida política en la que prevalece la división sobre la concordia. 

La movilización de las pasiones por encima de la realidad. Cabalgar encima de la mentira para no arruinar una historia. Haya o no haya muertos por en medio. Todo vale.