Para ninguno de los que hemos hablado en los últimos meses con dirigentes de Esquerra es un secreto que desde la hermética cúpula de los republicanos se han manejado, con cierta solidez, cuatro opciones para la candidatura de las próximas elecciones catalanas, que si no se avanzan serían en febrero o marzo de 2025. De estas alternativas, tres pasaban por cambiar la cabeza del cartel electoral y una era la continuidad del president Pere Aragonès y la opción de optar a un nuevo mandato de cuatro años, que es por la que finalmente se ha optado, y este sábado, con una insólita antelación, se ha dado marchamo de decisión oficial al proclamarlo así candidato el presidente del partido, Oriol Junqueras.

De hecho, la repetición de Aragonès es la que mejor concuerda con la idea de estabilidad en la que se maneja actualmente la formación. Así, Ernest Maragall y Gabriel Rufián también repitieron como cabezas de cartel en las municipales del pasado mes de mayo y en las españolas de julio, pese a tener las encuestas en contra. En el caso de las catalanas, el president Aragonès también disputará los comicios con un fuerte viento de cola, que le resta además potencia en el activo de la gestión, y una fortaleza electoral —hoy por hoy incuestionable— del PSC. 

El vigor que demuestran los socialistas catalanes, si hacemos caso a las encuestas, unido al interrogante sobre el voto al partido de Carles Puigdemont, que tiene cartas si las sabe jugar, había abierto en ERC un debate sobre la idoneidad de uno u otro candidato. En primer lugar, estaba la opción Oriol Junqueras, que nunca ha ocultado su voluntad de ser cabeza de cartel electoral y volver a ser el candidato a la presidencia de la Generalitat, como en 2012 y en 2017. El pasado verano, en medio de las negociaciones de la investidura de Pedro Sánchez y del acuerdo político para la aprobación de una ley de amnistía, se asentó la falsa idea de que ello sería muy rápido y podría ser el candidato. Hoy esa opción parece casi imposible, una circunstancia que también acaba afectando a todos los presos con condena vigente del Supremo además de Junqueras, como Turull, Romeva y Dolors Bassa.

La repetición de Aragonès es la que mejor concuerda con la idea de estabilidad en la que se maneja actualmente ERC

Esta circunstancia ha desalentado a Junqueras, que ha preferido zanjar el debate. Siempre se puede reabrir si las condiciones cambian, hay quien piensa; y si no, esperar desde la presidencia del partido el tren de 2029, cuando tocarían las siguientes elecciones a las de 2025. También aleja la idea de que descarta dar el paso, si finalmente puede, por las dificultades que evidencian los sondeos. La segunda opción era la secretaria general, Marta Rovira, exiliada en Ginebra y a la que el juez de la Audiencia Nacional Manuel García-Castellón ha involucrado en el caso Tsunami Democràtic y, además, con acusaciones de indicios de terrorismo. Rovira nunca se ha pronunciado al respecto, pero su nombre, en su doble condición de secretaria general y exiliada, siempre ha estado presente como un tercer candidato junto a Junqueras y Aragonès. 

También había quien sostenía que no había que descartar realizar un movimiento similar al del PNV, que ha desplazado al lehendakari Íñigo Urkullu y ha apostado por la cantera con Imanol Pradales, con fama de gestor y hombre gris del partido. Una pieza así no la tiene Esquerra, pero sí tiene algún activo en el Govern con una buena gestión y experiencia política, como sería el conseller de Interior, Joan Ignasi Elena, hombre de la máxima confianza de Junqueras. Con la nominación de Aragonès se cierra este debate, pero se abre otro: ¿faltando más de un año para la celebración de las elecciones, Esquerra está mandando el mensaje de que a lo mejor no se agota la legislatura?