Estando como estamos al final de la quinta ola, el Govern tiene por delante una decisión importante: aprieta el acelerador y levanta todas las restricciones que hay pendientes -ocio nocturno, aforos deportivos y culturales y horarios de restauración, preferentemente- o continua con el freno de mano puesto para evitar que las buenas cifras actuales se disparen y haya que volver a empezar. Es, sin duda, una decisión peliaguda, pero debería ayudar a adoptar la decisión definitiva en algo tan importante como el haber superado ya los 5,6 de millones de personas vacunadas.

El esfuerzo ya no debe hacerse en mantener las restricciones sino en una pedagogía intensa y persistente para que la gente siga vacunándose. Porque es ahí donde radica el principal problema que nos podemos encontrar: que la detención o la relentización que se está produciendo en la vacunación deje aún un segmento demasiado alto de la población insensible a la demanda de las autoridades sanitarias. Las previsiones de nuevas personas inoculadas que las autoridades habían realizado contando con el final de las vacaciones, no se han cumplido. Hasta el extremo, en estos momentos, de que se están produciendo dos fenómenos desalentadores: por un lado, el lento ritmo de vacunación está haciendo que muchas vacunas estén caducando, con lo que directamente tendrán que acabar lamentablemente desaprovechadas, y por otro, las administraciones están pidiendo menos dosis al ministerio de Sanidad.

Habrá que ir, por tanto, a colegios y universidades y ser proactivos. También habrá que tener en cuenta el pasaporte de vacunación, sobre el que hay tanta polémica, y que el Tribunal Supremo ha acabado dando luz verde. En consecuencia, habrá que escoger para ampliar los 5,6 millones de personas vacunadas y el pasaporte de vacunación -que sería obligatorio en determinados trabajos y actividades lúdicas- es una opción que no debe descartarse si se persigue el mayor número de vacunados posible para aislar el virus cuanto más mejor.

Junto a esta labor de apretar el pie en el acelerador de la vacunación, hay que levantar las restricciones que aún hay pendientes. Es necesario no retrasar la vuelta a la normalidad con las lógicas cautelas de estar aún en el final de la pandemia. Ya no hay razones de peso más allá de la cautela lógica de cualquier gobernante, más pendiente, como en parte es lógico, de las estadísticas globales, que de la economía de los sectores aún con la persiana bajada. Los datos que ofrece diariamente el departament de Salut son positivos -bajan los hospitalizados y los ingresados en las UCIs, bajan los contagios confirmados por PCR o TA, la RT se mantiene en 0,88 y el riesgo de rebrote sigue a la baja (80)- y situaciones incontroladas como las de este viernes por la noche en la UAB son realmente las peligrosas y las que hay que evitar. Cuanto más rápido, mejor.