En una semana crucial para Felipe VI y para Pedro Sánchez va a ser Catalunya quien dicte sentencia sobre la salud de la monarquía española y quien precipite o no al PSOE a una situación del todo imprevista cuando el presidente del Gobierno en funciones decidió frívolamente jugarse el futuro político de los socialistas a la ruleta rusa. Por orden cronológico, va a ser la familia real la primera que va a notar el efecto de la sentencia del Tribunal Supremo condenando a cien años a los presos políticos catalanes. El blindaje policial de una amplia área de la Diagonal de Barcelona para evitar incidentes no ha sido suficiente para impedir que varios miles de personas se concentraran ante el Palau de Congressos y el hotel Rey Juan Carlos, y que tuviera lugar una sonora cacerolada. El hecho de que toda la zona estuviera literalmente tomada por la policía no es más que un ejemplo de la preocupación reinante por cualquier boicot al acto de entrega de premios de la Fundación Princesa de Girona este lunes a las 18 horas.

La tensión existente ha llevado durante toda la jornada a facilitar información confusa sobre la llegada del Rey, la Reina, la princesa y la infanta, y dónde fijarían su residencia en esta ocasión. Que si el Albéniz, que si el Juan Carlos I, que si a las 20 horas, que si a las 22 horas, un auténtico jeroglífico tendente a despistar y desanimar a los concentrados que este lunes, a partir de primera hora, volverán a manifestarse en esta zona de la Diagonal. Va a ser el gran plató de la campaña electoral de este lunes y, en función de como se desarrolle la jornada, el tema del debate televisado de los líderes políticos españoles de este lunes por la noche. Una vez más, la gran paradoja: políticos españoles hablando y hablando sobre Catalunya mientras los políticos catalanes son marginados del debate, empezando por Esquerra Republicana, el ganador de las últimas elecciones y que en las del próximo domingo podría llegar a tener, según algún sondeo, los mismos o más diputados que Ciudadanos en toda España. 

Si Felipe VI se encuentra atrapado en el laberinto de la política catalana por sus errores y desaires a una parte mayoritaria de la sociedad catalana, Pedro Sánchez no le anda a la zaga. El líder socialista parece haber caído en una telaraña de la que no puede salir, ya que era de los que pensaba que la sentencia del Supremo desinflamaría la política catalana y se pasaría página a la agenda independentista. Lo cierto es que desde que se conoció, el pasado día 14, la respuesta del independentismo ha comprometido las expectativas de los socialistas, y que los alborotos producidos solo han dado rédito electoral a la derecha. A mayor inflamación en la calle, menos apoyo a Sánchez al ser visto por una parte del electorado español como una mala copia del PP cuando se trata de temas relacionados con la unidad de España y el orden. Justo lo contrario de lo que los estrategas de la Moncloa habían previsto.

Craso error de ambos creer que las sentencias del Supremo eran un punto y final a las reivindicaciones independentistas. Los partidos no son hoy los únicos canalizadores del malestar social existente. Primera lección de las cuatro últimas semanas.