Aunque el plazo límite para la elección del president de la Generalitat es el miércoles 26 de mayo —dentro de diez días— todo el mundo es consciente que los calendarios de ratificación por parte de las direcciones de los dos partidos, consulta a la militancia en el caso de Junts per Catalunya; ronda de contactos por parte de la presidenta del Parlament, Laura Borràs; convocatoria del pleno del Parlament y elección, quizás, en segunda vuelta por parte de los diputados y diputadas; obliga a que Esquerra Republicana y Junts cierren un acuerdo político sobre el Govern de Catalunya no más tarde del ecuador de la semana entrante

El hecho de que desde hace varios días los dos partidos estén instalados en el carril del discurso que quedó fijado tras la abrupta ruptura de las negociaciones para un Govern de coalición el pasado sábado día 8, sin moverse ni un milímetro, quiere decir, seguramente, que por debajo hay una negociación que no se ha explicado a la opinión pública, pero en la que se sigue trabajando. Cabe pensar que la discreción tiene fundamentalmente que ver con que la negociación la llevan muy en primera persona Pere Aragonès y Jordi Sànchez, y no saldrá de este ámbito a menos que haya un acuerdo que puedan socializar y llevar a votación.

El tiempo se acaba y, por si no había suficientes incentivos para el acuerdo, dos encuestas publicadas en las últimas horas por La Vanguardia y El Periódico vienen a certificar lo que ya señalaban otras muestras demoscópicas: unas nuevas elecciones refuerzan el liderazgo del PSC en primera posición frente a ERC, que seguiría siendo el segundo partido, y Junts el tercero. Las opciones de coalición que dejarían los comicios serían idénticas a las que ahora existen y los problemas de los partidos para cerrar acuerdos exactamente los mismos. Eso siempre que alguna de las tres formaciones en juego no decidiera hacer un Pedro Sánchez y pasar de proclamar, como hizo el presidente del gobierno español, que no dormiría por las noches tranquilo si fuera presidente con Podemos, a cerrar un acuerdo con Pablo Iglesias a las pocas horas de cerrarse las urnas de la repetición electoral. 

Aragonès y Sànchez juegan sus últimas bazas al límite de la bocina y sin que haya fumata blanca. Las entidades soberanistas aprietan lo suyo para el acuerdo y para que no se dilapide el 52% de los votos, y los nervios están a flor de piel tanto en ERC como en Junts. La moneda sigue en el aire dando vueltas y más vueltas. Y el tiempo se acaba.